martes, 25 de noviembre de 2014

MI EXPERIENCIA DIVINA BOUDOIR



Como  las mejores historias en la vida, todo comenzó por casualidad.  Entre copa y copa, ambiente festivo y música de fondo, Irene me contó su proyecto. Quería fotografiar a mujeres reales y a través del Boudoir convertirlas en DIVINAS, fuera cual fuera su edad. 

Lo que me impresionó de aquella iniciativa no fue en sí mismo el aspecto estético sino la idea. Hacer que cualquiera de nosotras, con nuestros años, nuestros kilitos, nuestra timidez y pudor ante una cámara, con nuestro sentido de ridículo y del “yo no valgo para eso” se convirtiera en un viaje alucinante hacia el autodescubrimiento personal. Y eso que al principio, he de confesarlo, no tenía ni idea de que la experiencia iba a ser tan brutal.

En un primer momento me lo plantee entre risas, luego, como un reto; Nunca antes se me había ocurrido una idea tan descabellada. Nunca antes había hecho nada parecido. Pero empecé a pensar: ¿Y por qué no?. 

Así, a medida que íbamos profundizando en el proyecto, me fui entusiasmando con la posibilidad de romper barreras y tabúes y como yo soy de las que arriesgan y que ha aprendido a ponerse el mundo por montera, me comprometí formalmente con Irene a ser la Divina de los 40. Soy de las que ya pertenece a esa década y no me importa decirlo. Es más, con lo que me imponía llegar a esa edad, ha sido cumplirlos y comenzar a ver la vida de otra manera. He empezado a quererme más, a mimarme más, a escucharme más. He encontrado ese punto de inflexión en el que sin desmerecer a los demás, hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero. Y ese cambio me ha ayudado en mi evolución vital.

Supongo que las cosas surgen en el momento oportuno y mi momento había llegado. Aunque aún no sabía cuánto de enriquecedor tendría este viaje que había emprendido de la mano de Irene Vélez.

Poco después de confirmar mi participación en el proyecto, esta fotógrafa del alma, como a mí me gusta llamarla, comenzó a requerirme información. Quería saber de mí, de mis gustos, de mis aficiones, de mis temores también. 

En definitiva, pretendía colarse en mis más profundas emociones para conocerme algo mejor. Pero a medida que yo iba contestando a sus preguntas, yo misma me estaba autoanalizando. 

Ahí es donde reside la verdadera esencia de esta sesión. Porque durante más de un mes, día sí día no, Irene iba planteándome un reto diferente. Me estaba obligando a repasar escenas vividas y a elegir entre ellas, me estaba retando a encontrar aquellas partes de mí que más me gustaban, porque las que no me gustaban ya las hallaba yo solita con mucha facilidad. Me estaba adentrando en mi misma de tal modo que el aprendizaje fue conjunto, único y auténtico, desprovisto de excusas, alejado de negaciones, carente de falacias.

Esa a la que yo estaba mirando interiormente era yo, con sus virtudes y sus defectos, con sus alegrías y sus miserias. ¿Y sabéis que?. Por primera vez en mucho tiempo me estaba gustando lo que veía. Me estaba aceptando tal cual era. Había encontrado el equilibrio. Me sentía en paz y sobre todo, con mucho que dar, a mi misma y a los demás. Eso es ser Divina. Ser mujer. Ser tú misma.

El resto lo hizo Irene.

Aquella mañana empezó pronto. Madrugón, sesión de peluquería y maquillaje a cargo de la siempre solicita Alejandra, de Alarte, quien con su dulzura innata y su buen hacer me hizo sentir una auténtica princesa. Y con la sonrisa puesta y el alma alegre emprendimos camino hacia Jimena, rumbo a Casa Henrietta, el hotel elegido por Irene para la sesión. Allá íbamos  tres locas por la vida, Irene Vélez, el alma máter del proyecto, Regla Gómez Tejada, mi fiel amiga y una servidora.

No hubo nervios, nada de vergüenza y sí mucha ilusión en lo que estaba haciendo. Frente a mí, una fotógrafa de excepción que, silenciosa, pulsaba una y mil veces el click de su cámara. Y junto a ella, Mi niña Regli, lanzándome mensajes positivos y haciéndome reaccionar a sus estímulos verbales, fruto de una amistad profunda y sincera que la hace conocedora de todos mis resortes.

Disfruté. Disfruté como pocas veces en mi vida. Me sentí princesa. Me sentí  mujer. Me sentí bella. Y también sexy, por qué no decirlo. Pero sobre todo, me sentí FELIZ. Y esa es la felicidad sin artificios ni Photoshop que Irene ha reflejado con su objetivo, más allá del aspecto físico y las poses. Ella ha captado mi esencia, mi alma y mi espíritu. Ha fotografiado mi interior. Y eso es ARTE.


Siendo sincera, no me reconocí en las fotos. ¿ Aquella mujer era yo?. Pues sí, vaya si lo era. Lo soy. Irene me ha puesto frente a frente a esa otra Ana valiente, arriesgada, intensa, cómoda consigo misma, bella y FELIZ. He sido capaz de verme con los ojos del espectador y me van a perdonar la chulería, pero me ha encantado lo que he visto. 

Me ha sorprendido y emocionado ver a esa Ana que se refleja en las fotos y que no es más que mi otro yo.

Cuándo me han preguntado qué he sentido con esta experiencia he respondido: Vale por tres meses de terapia. Y es que éste ha sido un viaje alucinante hacia el autodescubrimiento personal, una inmersión en lo más profundo de mi ser, una mayúscula inyección de autoestima y un análisis profundo de quién soy y de lo DIVINA que puedo llegar a ser.

Por eso recomiendo la experiencia, porque nosotras, las mujeres de a pie, también podemos ser DIVINAS. Todas nosotras, porque todas llevamos dentro a esa mujer atrevida, valiente y arriesgada. Esa mujer que además de esposa o madre, a pesar de la edad que tenga, sigue siendo Mujer.

 Ese es el mejor de los regalos, el más bello, el más intenso, el del encuentro contigo misma.

                                                                                                         ANA GAMERO

martes, 28 de octubre de 2014

LA ESTELA DE LOS VIVOS



Qué distinta se ve la vida según las etapas que vamos atravesando. En la más tierna infancia soñamos con ser adultos, nos subimos en tacones y nos pintarrajemos los labios imitando a  mamá. Jugamos a ser mayores. 

Mayores nos pensamos en la adolescencia, rebeldes, con ansias de autonomía e independencia, ilusa seguridad en uno mismo y  en la capacidad de tomar decisiones. Dando los primeros pasos hacia la edad madura, descubriendo el amor, el sexo, los sabores del alcohol y algún que otro pitillo… ¡Qué grande es entonces el mundo y cuánto tiempo nos queda por vivir!. Conciertos, locura, risas, viajes, también fuertes discusiones con nuestros padres. Nos creemos los amos y exigimos respeto a nuestras decisiones. Nos queda mucho por vivir y aún así, vivimos deprisa, con ansia.

Lástima que esa edad dorada pase tan rápido, más rápido de lo que ninguno de nosotros pudo imaginar y entonces empiece la vida de verdad, la de las responsabilidades, las obligaciones, los horarios de trabajo y la hipoteca. Ea, ya somos mayores. ¿Y ahora qué?. Ya tenemos libertad e independencia. ¿Para qué?. Ya no podemos disfrutar de ella tal y como habíamos pensado…  porque ahora estamos encerrados en un trabajo, en un coche que hay que pagar, una casa más grande para dar un hogar a la familia que hemos formado…

Los hijos, esos seres que llegan a nuestra vida y que se hacen dueños de ella, inevitablemente, inexorablemente, esos vástagos que son nuestra semilla, nuestra aportación al mundo, nuestro legado a la humanidad para que cuando desaparezcamos, algo de nosotros quede en la tierra. Y como dice el refrán: ¡planta un árbol, ten un hijo y escribe un libro!.

Pero sin darnos apenas cuenta, va pasando la vida… De repente, te sorprendes pensando que ya has vivido casi la mitad de lo que te queda por vivir, si es que hay suerte. Y entonces es cuando empiezas a plantearte las cosas de verdad. Y empiezas a valorar los pequeños detalles, a retener en tu memoria los momentos únicos, porque ya no volverán. Y a experimentar el momento presente como nunca antes lo habías hecho. También salta el reloj biológico que te avisa de que tienes tareas pendientes… ¿He hecho todo aquello que soñaba?, ¿He viajado a aquel lugar al que siempre quise ir?, ¿Me he bañado desnudo en el mar bajo la luna? O ¿Me he tumbado en el césped fresco sin pensar en nada más que en dejarme acariciar por el sol?.

Preguntas, preguntas, preguntas que estamos obligados a contestar, porque nos lo debemos; aunque a estas alturas ya no vale el “algún día”. Ha llegado el momento de actuar, porque el tiempo es el único tesoro que tenemos y que se nos desliza entre las manos para no volver. Así pues, ha llegado el momento de VIVIR, pero de verdad. Bebernos la vida a sorbos y emborracharnos con ella, gozarla, disfrutarla y apurarla al máximo. Olvidarnos de la zona de confort y cambiar el chip. Porque por más que nos empeñemos en ser eternos, somos mortales y nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto.

¿Para qué entonces amasar dinero para dejar a unos hijos que luego se destrozaran por cuatro duros?. ¿ Para qué escriturar propiedades cuando todo se derrumbará?... 
Respira, siente la vida y disfrútala. Eso es lo que te vas a llevar. 

Aprende a decir No a lo que realmente no te apetezca hacer, rescata al niño que hay en ti, recuerda la mirada de asombro al contemplar por primera vez el mar, atrévete a descubrir o mejor dicho, redescubrir la vida y empezar a mirar con otros ojos, con ojos nuevos, con ojos de ilusión y cargados de curiosidad por aprender cosas nuevas. 

Aún tenemos una oportunidad para formar parte de la estela de los vivos, porque de la de los muertos no hay quien no saque.
                                                                          

                                                                                                           ANA GAMERO

miércoles, 16 de julio de 2014

EL DIOS DE LAS PEQUEÑAS COSAS

Una sonrisa. Una mirada. Un abrazo sincero. Una mano tendida. Un corazón abierto. Unos ojos que irradian verdad.


Unas cañas, unas risas. Confesiones certeras. Amistades profundas.
Un paseo. Una cena sin florituras. Un beso.

El Dios de las pequeñas cosas. Esas que no se compran con dinero, esas que no se planean, que no se falsean, que no se esconden.
En ellas está la felicidad más pura, la más plena, la más intensa y transparente.

Es el Dios de las pequeñas cosas, carentes de artificios y prejuicios. Alejadas de convencionalismos y rumores. El Dios de las pequeñas cosas, que son grandes.

Altruismo, generosidad, compañerismo, solidaridad. Amor, ternura, pasión, conversación. Es el Dios de las pequeñas cosas el que nos hace respirar, sentir, vivir, vibrar.

Un paisaje, un suspiro, un horizonte marino. Una puesta de sol, una hoguera, un cielo estrellado, un café matutino. Es el Dios de las pequeñas cosas que estando ahí muchas veces no vemos, porque no miramos.

Es el Dios de las pequeñas cosas el que yo quiero en mi vida. El Dios que me hace sentir viva y plena, feliz y agradecida con la vida.

Para qué la posición, el estatus y el poder si dentro no hay nada. Para qué.

Para qué las influencias, los coches caros, la ropa pija y el pelo engominado si solo hay una fachada sin alma. Para qué.

Yo que me quedo con el Dios de las pequeñas cosas, las que no se pagan, las que no se venden al mejor postor, las que no se esconden, las que no engañan, las que no chantajean ni traicionan, las que no manipulan ni se aprovechan del buen corazón.

Es el Dios de las pequeñas cosas el que yo quiero dejar entrar en mi vida, para sentir, para vivir, para reir, para dar gracias cada mañana por un nuevo amanecer.

Una flor, un te quiero, un baño a la luz de la luna. Un mensaje escondido, un perfume evocador, una mirada profunda. Es el Dios de las pequeñas cosas al que yo rezo cada día.


martes, 1 de julio de 2014

ROJO SAN FERMIN




Desde mi balcón aquello parecía una enorme alfombra roja. Pañuelos rojos en alto esperando el momento de la señal, el chupinazo, con el que Pamplona se transformaría durante 9 días. 

Aquella enorme marea humana políglota y cosmopolita agolpada en la plaza del Ayuntamiento aguardaba ansiosa el sonido de los cohetes que junto al ¡Gora San Fermín!, ¡Viva San Fermín!, darían por inauguradas las fiestas. 

Y a las 12 en punto, el mundo cambió. Y San Fermín renació. Todo se tornó entonces aún más rojo. Rojo vida. Rojo como el corazón de los pamploneses y de aquellos que, como yo, asistíamos emocionados a aquella explosión de alegría.


Rojo como el color del vino tinto que baña las calles del casco antiguo pamplonés. 

Rojo como los rostros tensos de los corredores que hacen sus carreras en los encierros. 

Rojo como la sangre de los astados en el albero del coso. 

Rojo como el Ajoarriero y los pimientos del piquillo que meriendan las peñas en los toros. Rojo como las mejillas de los niños al ver desfilar a Gigantes, Kilikis, Zaldikos y Cabezudos. 

Rojo como el manto de San Fermín. Rojo como el escudo de Navarra. Rojo corazón. Rojo pasión. 

Rojo San Fermín. 
                                                                                               
                                                                                        Ana Gamero

miércoles, 4 de junio de 2014

A MIS VÍBORAS FAVORITAS


Hoy os escribo a vosotras, mis Víboras favoritas. A vosotras, que os levantáis cada mañana pensando a quien despellejar. A vosotras, que desayunáis amoniaco mientras inventáis la vida de los demás. Mis queridas Víboras, al fin lo habéis conseguido: Voy a hablar de vosotras.

Y me alegro de hacerlo, porque con ello os saco durante un breve espacio de tiempo de vuestra existencia árida y anodina por la que no pasan más que chacales. 

Tendréis vuestro minuto de gloria. Yo os lo regalo, con este gesto de generosidad y buena pluma que me caracteriza y que tanto os molesta, no sé bien por qué. O será mi capacidad para expresar lo que quiero y además llevarlo a la práctica. Quizá sea mi entusiasmo por hacer cosas nuevas o mis aspiraciones de mujer, que van más allá de tener un bolso de marca o un futuro acomodado. O alomejor es mi forma de vivir mi vida  como quiero.

El caso es que os tengo a todas pendientes, con vuestras largas y afiladas lenguas serpenteando en busca de un nuevo rumor que colgarme a la espalda con aguijones cargados de veneno. Pero si eso os hace felices, mis queridas Víboras, seguid, porque al parecer es la única forma de felicidad que conocéis.

No os preocupéis por mí. Hace tiempo cargué con una mochila al hombro para echar en ella toda la basura y las cosas feas que se dijeran de mí y para vuestra tranquilidad, os diré que aún queda sitio para mucho más. Así que seguid pensando a ver qué nueva maldad maquináis para poder pasar el rato y divertiros. A mí no me importa.

¿Y sabéis por qué?. Porque yo me siento realizada y muy satisfecha conmigo misma y con la mujer que he llegado a ser. Soy libre, en cuerpo y alma, soy independiente, soy segura de mi misma, soy madre, soy amiga, soy Yo, con mis virtudes y también con mis defectos, pero al fin y al cabo yo. Y cuando me miro al espejo, sonrío. Porque me gusta lo que veo.

Hago mi vida e intento no hacer daño a nadie. Río todo lo que puedo y comparto momentos maravillosos con la gente a la que quiero y eso me enriquece aún más como persona. Tengo esa suerte. O me la he labrado, quizás.

Y como además creo poderosamente en el poder de las ONGs, creo que con vosotras hago una buena labor, mis queridas Víboras, porque os mantengo entretenidas y con tema de conversación, para que no penséis en la mierda de vida que realmente tenéis, para que no caigáis en la cuenta de lo vacías que estáis y lo desesperadas que os sentís por no tener la existentica que en el fondo envidiáis.

Y os doy un consejo, que es gratis: Respirad y llenad vuestros pulmones de aire limpio y puro, que repercutirá en vuestra salud física y mental; Reid, no de los demás sino con los demás, es más gratificante; Follad, follad mucho y bien, follad todo lo que podáis porque descargáis adrenalina, mejora el humor, se pierde peso y se realza el cutis, además de sentirse sexy y deseada, lo que ayuda a mejorar la autoestima; y si no tenéis pareja, no importa, os aviso de que existen consoladores a 4 velocidades.

Mirad hacia dentro y tratar de encontraros a vosotras mismas, quizá descubráis que aún hay salvación; y sobre todo, sobre todo mis queridas Víboras, intentad ser felices. Os lo deseo de todo corazón Yo lo soy.a

 
                                               

miércoles, 21 de mayo de 2014

EL CUADRO


No era así cómo ella había imaginado el cuadro. No era así como hubiera plasmado los colores y extendido la paleta por su geografía. No era así. Pero allí estaba. Aquel cuadro que había esbozado, que había soñado lleno de vida y color, no era más que el reflejo de un bodegón, yermo, oscuro y carente de perspectiva y horizonte.



Qué había salido mal?, se preguntaba- Había elegido mal el lienzo? No Había sabido imprimir personalidad a su obra?, Había fallado la amalgama de colores?. Preguntas, preguntas, preguntas.. y todas ellas sin respuesta.

Lo que en su imaginación había sido una explosión de los sentidos, ante sus ojos se presentaba como un triste recuerdo de lo que pudo ser y no fue. Eran demasiados los elementos externos, muchos los materiales que entraban en juego, enormes las barreras pictóricas que había que superar.

Y así, lo que empezó con una vertiginosa expresión de libertad, pasión en cada pincelada y sonrisas que hacían que aquel lienzo se llenara de color, se fue tornando en un trazo lento y agarrotado, temeroso de salirse del marco trazado, comprimido en la gama de colores fríos que a pesar del ardor interno, no conseguían  traspasar el puente del pincel y derramarse cálidos y saturados sobre la tela de aquel rígido lienzo.

La aridez y la sombra se habían hecho presa de aquella obra que pretendía ser única y especial y ya no había marcha atrás. Aquellos colores grises, aquellas sombras adustas ya no se podían borrar. Porque lo que quedarían serían manchas y borrones.

Ella siempre había tenido un gran mundo interior. Su imaginación volaba a lugares nunca explorados y un volcán de sensaciones y sentimientos bullía en su interior. Pintaba la vida de colores, con trazo suelto y pegotones de pintura que sobresalían del cuadro como relieves de un horizonte que en la lejanía aparecía como un paisaje digno de explorar.

Mariposas, arco iris, nubes cargadas de ilusión. Verdes praderas donde retozar acunada por el calor de un sol fulgurante y cálido que la hacía sentirse viva. Pero no contó con el exterior. No había sopesado los efectos de una tormenta ni tampoco del huracán que se llevaría consigo aquellos colores que pugnaban por salir del pincel su mano.

Y en el camino había quedado aquel proyecto que había nacido sobre fondo blanco, que había imaginado como un canto al disfrute de los sentidos y que no había sabido expresar de forma material.

¿Había fallado ella, que buceaba en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas? ¿O había fallado el lienzo, tan estático e impenetrable?- O quizá no había fallado nada ni nadie. Sólo era una muestra más de que no siempre se puede pintar la vida como uno quiere, piensa y siente. Una demostración de que no es suficiente con la ilusión y las ganas de pintar.

Toca recoger las brochas, limpiar el estudio y quitarse la bata de pintura alunarada de manchas y colores y sentarse frente a una ventana a reflexionar sobre las dificultades de extrapolar los deseos a la vida real. Es hora del reposo del guerrero. Aunque la lava siga bullendo en el interior.



                                                                                              ANA GAMERO

miércoles, 16 de abril de 2014

EL CUADERNO DE BITÁCORA



Anoche no dormí. Llegué a casa tarde, después de un día entero de trabajo y la posterior salida nocturna. Estaba inquieta y otra vez se había instalado en mi estómago esa sensación tan extraña que me subía a la garganta cual bilis. Quise ignorarla y engañar al sueño, pero no se dejó. Mi cabeza no estaba por la labor de dejarme en paz. Una vuelta, otra y otra más. La noche silenciosa viendo las horas pasar. Quise buscar entonces el motivo de mi desvelo y eh ahí que lo encontré.

Hace algo más de un mes disfruté de un pausado y enriquecedor fin de semana en la sierra gaditana, acompañada de mi fiel amiga, muy dada ella a las técnicas de motivación personal y autoayuda. 

Así, acompañadas por una botella de vino, decidimos iniciar un Cuaderno de Bitácora y para ello elegimos un libro de esos que traen escritos mensajes positivos, frases positivas e ilustraciones coloridas.

Lo primero que hicimos fue titular el libro. Se llamaría el cuaderno de los Quiero. 

Hoja a hoja fuimos describiendo con tinta rosa aquellas cosas que cada una de nosotras quería en su vida y cómo lograrlas. Serían cosas sencillas, nada abstractas, deseos tangibles y alcanzables que solo precisaban de un poco de voluntad para poder hacerse reales.

Quiero viajar más. Quiero dedicar más tiempo a la familia. Quiero cuidarme más. Quiero perdonarme mis fallos. Quiero, Quiero, Quiero…

Aquellos días fueron intensos y muy constructivos. Llegué a casa como nueva, con la sonrisa devuelta al alma y con muchos proyectos por hacer. 

Pero ya se sabe que muchas veces la realidad te devuelve una sonora bofetada cuando menos te lo esperas y el día a día volvió a convertirse en una losa difícil de soportar. Sin embargo, algo había cambiado dentro de mí, no había duda. Mis ideas iban haciéndose un hueco en la maraña de sentimientos y mi voluntad y raciocinio pugnaban ahora por hacerse fuertes.

Porque la evolución del ser humano pasa de forma irrevocable por la razón y hay veces en las que a pesar de las distracciones del alma y del corazón, es ésta la que debe tomar la decisión final. 

A veces no gusta, a veces duele, pero siempre será la mejor elección porque te habla desde la objetividad.

Así que anoche, sin nada mejor que hacer, me puse a dialogar con ella, con mi razón. Dejé de luchar contra ella. La escuché serenamente, atendí sus consejos y vi claramente cuán equivocada estaba cuando me empeñaba en mirar hacia otro lado, en soñar bonito y negar las evidencias. Fantasear no me hacía ningún bien y aunque aquella sonrisa absurda y bobalicona se hacía presa de mis labios cuando dejaba vagar la imaginación, había llegado la hora de abrir los ojos a la realidad.

No quiero decir con esto que cierre la puerta a mi parte sensible, ni mucho menos. Es más, estoy convencida de la necesidad de potenciarla y mimarla, de dejarla sentir pero sin que ello me perjudique. 

Por eso he decidido emprender un proceso de reciclaje personal. He decidido tomar las riendas de mi propio destino, si es que eso es posible; Y para ello, he de empezar a renunciar.

Así, si antes supe plasmar en mi cuaderno aquellos Quiero que deseaba en la vida, ahora le toca el turno a la Renuncia, aunque ésta será una Renuncia bien entendida que me va a llevar hasta lo que yo entiendo por felicidad.

De esta forma, Yo Renuncio a vivir una vida anodina y superficial, marcada por los convencionalismos, prejuicios y el qué dirán.

Yo Renuncio a esconderme, básicamente porque no tengo nada que ocultar. Soy yo, soy libre y quiero pasear bajo el sol y mojarme los pies en el mar. Quiero sentir aire en mis pulmones y gozar de la maravillosa sensación de libertad.

Yo Renuncio a mi zona de confort, porque a pesar de la comodidad de un buen sofá, hay cosas en la vida que superan con creces esa sensación de seguridad. Tener planes para hoy pero no para mañana. Vivir el presente, aquí y ahora. Carpe Diem.

Yo Renuncio a la montaña rusa sensorial. Que si bien es super divertida cuando estas arriba y te aporta una engañosa imagen de poder y de vanidad, es algo más molesta y fastidiosa cuando bajas porque hace que te sientas vulnerable y pequeñita y que no te abandonen las ganas de vomitar. Por eso yo me bajo.

Buscaré otras atracciones menos peligrosas, menos prohibidas, de menor altura  aunque también divertidas. Pueden serlo si sabes disfrutar del viaje, del momento y de la experiencia. 

No hace falta caer sin paracaídas y sin red para pasar un momento glorioso. Lejos de artificios, de luces de colores, de cantos de sirena, de subidas y bajadas y de sensación de adrenalina.

Yo Renuncio a las migajas, a las limosnas, a las falsas apariencias, a mendigar atención. Porque llega un momento en el que te haces dependiente de los demás y dejas de mirarte a ti, con tus alegrías y tus miserias pero al fin y al cabo, tú.

Yo Renuncio a ser presa de la dictadura del móvil y renuncio a esperar, cual reo condenado a muerte, la sentencia final. Un mensaje, un wasap, un correo, una llamada. Esto también va ser que No.

En definitiva, Yo Renuncio a todo aquello que no me haga feliz. Renuncio porque Quiero. 

Y soy bastante exigente con lo que deseo.  Porque me lo merezco. Y porque yo lo valgo!!.

                                                                       ANA GAMERO