miércoles, 21 de mayo de 2014

EL CUADRO


No era así cómo ella había imaginado el cuadro. No era así como hubiera plasmado los colores y extendido la paleta por su geografía. No era así. Pero allí estaba. Aquel cuadro que había esbozado, que había soñado lleno de vida y color, no era más que el reflejo de un bodegón, yermo, oscuro y carente de perspectiva y horizonte.



Qué había salido mal?, se preguntaba- Había elegido mal el lienzo? No Había sabido imprimir personalidad a su obra?, Había fallado la amalgama de colores?. Preguntas, preguntas, preguntas.. y todas ellas sin respuesta.

Lo que en su imaginación había sido una explosión de los sentidos, ante sus ojos se presentaba como un triste recuerdo de lo que pudo ser y no fue. Eran demasiados los elementos externos, muchos los materiales que entraban en juego, enormes las barreras pictóricas que había que superar.

Y así, lo que empezó con una vertiginosa expresión de libertad, pasión en cada pincelada y sonrisas que hacían que aquel lienzo se llenara de color, se fue tornando en un trazo lento y agarrotado, temeroso de salirse del marco trazado, comprimido en la gama de colores fríos que a pesar del ardor interno, no conseguían  traspasar el puente del pincel y derramarse cálidos y saturados sobre la tela de aquel rígido lienzo.

La aridez y la sombra se habían hecho presa de aquella obra que pretendía ser única y especial y ya no había marcha atrás. Aquellos colores grises, aquellas sombras adustas ya no se podían borrar. Porque lo que quedarían serían manchas y borrones.

Ella siempre había tenido un gran mundo interior. Su imaginación volaba a lugares nunca explorados y un volcán de sensaciones y sentimientos bullía en su interior. Pintaba la vida de colores, con trazo suelto y pegotones de pintura que sobresalían del cuadro como relieves de un horizonte que en la lejanía aparecía como un paisaje digno de explorar.

Mariposas, arco iris, nubes cargadas de ilusión. Verdes praderas donde retozar acunada por el calor de un sol fulgurante y cálido que la hacía sentirse viva. Pero no contó con el exterior. No había sopesado los efectos de una tormenta ni tampoco del huracán que se llevaría consigo aquellos colores que pugnaban por salir del pincel su mano.

Y en el camino había quedado aquel proyecto que había nacido sobre fondo blanco, que había imaginado como un canto al disfrute de los sentidos y que no había sabido expresar de forma material.

¿Había fallado ella, que buceaba en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas? ¿O había fallado el lienzo, tan estático e impenetrable?- O quizá no había fallado nada ni nadie. Sólo era una muestra más de que no siempre se puede pintar la vida como uno quiere, piensa y siente. Una demostración de que no es suficiente con la ilusión y las ganas de pintar.

Toca recoger las brochas, limpiar el estudio y quitarse la bata de pintura alunarada de manchas y colores y sentarse frente a una ventana a reflexionar sobre las dificultades de extrapolar los deseos a la vida real. Es hora del reposo del guerrero. Aunque la lava siga bullendo en el interior.



                                                                                              ANA GAMERO