martes, 19 de febrero de 2013

LA PRIMAVERA DEL ALMA



Las cajas y los bombos de carnaval quedaron en silencio. Don Carnal da paso a Doña Cuaresma y las cornetas comienzan a afinarse para acompañar a los desfiles procesionales de Semana Santa. El invierno va pasando, dejando tras de sí un rastro de niebla, lluvia y frío. Ese frío que se te mete en los huesos y que te perfora el alma y te hace sentir esa melancolía que no te abandona. Ojos tristes, mirada sin horizonte cubierta por la bruma, paisaje árido y gris. Meses de amaneceres tardíos y anocheceres tempranos. Nubes negras que se instalan en nuestro corazón y no nos dejan ver la luz del sol.

Pero como dice una frase que desde años llevo escrita a fuego en el alma: “Quiero creer en el sol, aún cuando no brilla. En Dios, aún cuando calla”.

Ha sido un invierno duro, plagado de tormentas y aguaceros. Pero todo pasa. Todo llega. Y poco a poco, sin que nos demos cuenta, la claridad dará paso a la oscuridad. Y el campo comenzará a florecer y el cielo volverá a ser azul.

El calor irá templando nuestra alma para que vuelva a recuperar su ser y el arco iris pintará de colores el ambiente para que la mirada ahora perdida vuelva a teñirse de ilusión ante la belleza de la vida.

La primavera está cerca y con ella el milagro de la regeneración. Una estación en la que lo que creíamos muerto vuelve a resurgir y las ilusiones desbaratadas por el frio y la oscuridad regresan con la fuerza con la que brotan las flores en el campo.

La vida se hará paso. La naturaleza nos regalará una nueva oportunidad de ser felices. Y con ella nuestros corazones recuperarán la alegría, la ilusión, la pasión.  Porque la alegría llega bajo el manto de color, la ilusión, con cada brote de trébol de cuatro hojas, la pasión, con la subida de temperatura y el rojo de las amapolas.

El milagro se repetirá y volveremos a sentir que aunque no lo parezca, aún tenemos pulso, ahora lento y tardío pero pulso al fin y al cabo. Y como cuando hay vida hay esperanza, ese palpitar se irá recuperando a sorbos hasta alcanzar el ritmo normal y entonces nuestro corazón volverá a latir acompasadamente.

Llegarán tiempos mejores, estoy segura. Un tiempo en el que las mariposas vuelvan a revolotear a nuestro alrededor. Un tiempo en el que la sonrisa forme parte de nuestro autorretrato, un tiempo en el que la paz interior se  expanda, se funda con el paisaje y encontremos el equilibrio.

Aún nos toca esperar un poco, pero solo un poco, aunque con la certeza de que tiempos mejores llegarán, con el convencimiento de que nuestro ser volverá a sentir lo maravillosa que es la vida, con la esperanza y la ilusión de que un día la lluvia cesará y las flores volverán a abrir sus pétalos primaverales dando la bienvenida a una nueva estación.

Volveremos a empezar. Siempre volver a empezar. Con fuerza, con ansia, con la garra que tenemos los seres humanos para superar la adversidad. Con el convencimiento de que un nuevo día llegará y con él la luz del sol volverá a brillar, los pájaros volverán a trinar y el color inundará la negrura invernal de nuestra alma.

Y mientras tanto, me sentaré a esperar. Me acurrucaré en el brasero y miraré como las lágrimas de lluvia resbalan por la ventana y los truenos y centellas se alejan en la espesura de las nubes. Y estaré atenta a las señales que indiquen que ya es la hora. La hora de salir del caparazón y volver a florecer a la vida, junto con la primavera.

                                                                       ANA GAMERO