viernes, 27 de enero de 2012

LA BANDA SONORA DE NUESTRA VIDA


Todos tenemos una canción especial en nuestras vidas, una melodía que nos emociona y nos retrotrae a momentos felices, sonidos que nos devuelven a escenas vividas y que nos llegan con banda sonora incorporada. Porque cada uno de nosotros llevamos dentro esas notas que un día se quedaron grabadas en nuestro corazón y en nuestra mente y que cada vez que las oímos nos erizan la piel, nos provocan lágrimas o simplemente una sonrisa bobalicona.
Sería interesante conocer cuáles son esas canciones que han marcado nuestra vida. Las mías tienen un sello común: Hombres G, cuyas  canciones me han compañado a lo largo de los años, con las que he gozado, sentido, emocionado y que permanecen intactas en mi mente.
Tuve la ocasión de comprobarlo, cuando hace unos meses, mi marido me hizo un regalo: dos entradas para un concierto de Hombres G, ese grupo de los años 80 con el que entré en  la adolescencia, descubrí los primeros amores, compartí copas con amigas, lloré mis penas, bailé, soñé, reí, viví mis mejores años de juventud.
Yo tenía entonces 15 años y a pesar del tiempo transcurrido, cuando los vi salir al escenario 25 años después, un túnel del tiempo se apoderó de mí y me proyectó hacia el pasado. Entonces volví a tener de nuevo la edad de la niña bonita, rememoré los momentos de confidencias con su música como fondo, recordé la sensación de correr bajo la lluvia con el radiocassete al hombro y aquel concierto en Sanlúcar al que nos llevó mi padre en su Seat 124 cuando  aún cabíamos 7 y no era obligatorio el cinturón de seguridad.
 En aquella ocasión, los cuatro chicos de Hombres G eran unos veinteañeros de mirada pícara, desvergüenza a raudales mezclada con buenas dosis del  romanticismo exacerbado por la pubertad. Llevaban vaquero estrecho y calcetines blancos y eran los más guapos de la fiesta, sobre todo David y Rafa, los más aclamados. Yo llevaba – horror- el pelo rizado con permanente, unos kilos de más y ansias por descubrir el mundo a través de sus canciones, de sus voces, de sus posters, con lo que tenía forradas las paredes de mi habitación. Sufría en mis propias carnes el fenómeno fan, esa histeria colectiva que ataca con mayor virulencia a las quinceañeras y que se incorporó al mundo de la música y a la mitomanía en la década de los 50.
Más me medio siglo después, las niñas hacen acampada durante varias noches para poder ver en concierto a Justin Bieber. Es la misma historia repetida una y otra vez pero con protagonistas diferentes. Elvis Presley la inició, la continuaron Los Beatles y Los Rollings Stones,  Fórmula V, U2,  Madonna, Michael Jackson, Alejandro Sanz, Las Spice Girl, Hannah Montana, Patito Feo y todos aquellos referentes musicales de la juventud de antes, ahora y siempre.
En el concierto de Hombres G, con los artífices de la banda sonora de mi vida, pude comprobar que mis chicos ya tienen canas en sus cabelleras algo más despejadas y que sus rostros reflejan el paso de los años. Ellos habrán visto a una mujer madura, con mechas en el pelo que sin embargo saltaba como una chiquilla loca, coreaba sus canciones al pie de la letra y no sabía si reir o llorar ante un regalo tan especial. Porque durante algo más de dos horas hice un exhaustivo repaso de mi vida, una vida llena de canciones y marcada por la música de los Hombres G. Pero esta es mi historia, es mi banda sonora. Piensa, recuerda, rememora, haz un ejercicio de melodías y dime, ¿ Cuál es la tuya?.

                                                                                              ANA GAMERO.

martes, 24 de enero de 2012

TODOS A UNA

Las cosas se han puesto demasiado feas para muchos españolitos de a pie. La situación en nuestro país está adquiriendo tintes dramáticos y lo peor de todo es que somos nosotros, los ciudadanos, los que tendremos que asumir las consecuencias de la crisis y sobretodo, sufragarla.
Serán tiempos difíciles, de contención del gasto y de rascarse el bolsillo. Tiempos de ahorro y de recortes pero también tiempo de solidaridad, de camaradería y de arrimar el hombro para, entre todos, llevar este barco a buen puerto.
Repasando discursos de grandes hombres que ha dado la historia me he topado con la intervención de uno de los iconos de la política mundial. J.F.Kennedy. Durante el acto de juramento como trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, el 20 de enero de 1961, Keneddy trasladó a los ciudadanos un mensaje que, a mi entender, adquiere hoy más actualidad que nunca.
En su discurso inaugural habló de la necesidad de que los ciudadanos fueran más activos y pronunció una de las frases más famosas y lapidarias: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”. Y ahora que las cosas van mal, creo que todos deberíamos reflexionar sobre qué podemos hacer cada uno de nosotros para mejorar la situación.
También solicitó Kennedy a las demás naciones del mundo que lucharan en conjunto contra lo que él llamo el “enemigo común del hombre: la tiranía, la pobreza, las enfermedades y la guerra misma”. Yo añadiría la crisis y el mensaje sería completa y absolutamente actual a pesar de haber sido leído hace 51 años.
Ha pasado más de medio siglo y las necesidades del hombre siguen siendo las mismas, las más vitales y esenciales y sin las cuales el resto de comodidades son sólo eso, simples adornos.
Es hora de dejar de quejarnos y de empezar a hacer algo en vez de esperar a que nos lo den todo hecho. Es momento de dejar de lamentarnos y de ver la paja en el ojo ajeno, es hora de dejar criticar y ponernos manos a la obra para, en la medida de nuestras posibilidades, contribuir a levantar este país. Ha llegado la hora de remangarnos, mirar en la misma dirección y empujar este carro que se llama España y que es de todos.
Porque aunque todos tengamos nuestros derechos, también tenemos nuestras obligaciones. No podemos esperar de brazos cruzados a que escampe y mientras pretender que papá Estado nos solucione la papeleta. Bien es cierto que debe estar ahí para atendernos cual hijo en apuros pero también es verdad que hemos de responder a sus cuidados con responsabilidad, trabajo y visión global.
Se acabó eso de cobrar el paro y hacer chapús a deshoras o utilizar las recetas del abuelo para ahorrarnos la farmacia o fingir una discapacidad desmedida para cobrar las ayudas de la Ley de la Dependencia. Porque aunque seamos un país donde reina la picaresca, tal y como demostrara Cervantes y quede magistralmente demostrado en `El Lazarillo de Tormes´, al final los excesos los pagamos todos y no engañamos a papá Estado, nos engañamos a nosotros mismos.
Si todos remamos en la misma dirección, lograremos salir adelante, juntos. Y si Kennedy levantara la cabeza nos diría: Adelante, podéis hacerlo, porque sois un gran país, con gente valiente, con iniciativa, con imaginación y coraje. Gente preparada, con capacidad de superación, ilusión y fe en un futuro mejor.

                                                                       ANA GAMERO.






viernes, 13 de enero de 2012

CIUDADANOS DEL MUNDO

¿ De dónde eres, de donde naces o de donde paces?. Utilizo este viejo dicho que solía usar mi abuelo y le doy forma de pregunta para plantear una vieja cuestión muchas veces abordada al amparo de un vinito frente a la barra de un bar. El interrogante no es baladí y encierra en sí mismo una paradoja. Porque si la experiencia vivida y el acogimiento de las gentes de otras tierras logran hacer plenamente feliz a una persona “forastera” no es menos cierto que uno no olvida sus raíces, aunque nunca haya vivido en el lugar donde dicen que nació.
            Pienso así en los millones de emigrantes que un día, de forma voluntaria o imperativa, salieron de sus casas para emprender un viaje con un futuro incierto y en ocasiones sin retorno.

Se empeñaron en forjarse un futuro para ellos y para sus familias. Trabajaron duro, se amoldaron a la sociedad que los había recibido, aprendieron sus costumbres, sus tradiciones y en muchos casos su idioma y se integraron hasta casi convertirse en uno de ellos. Pero ese “casi” siempre estuvo ahí, para recordarles quienes eran y de dónde venían y para transmitir a sus vástagos su morriña por aquella tierra perdida, ahora idealizada en ensoñaciones nocturnas y veladas taciturnas. Muchos nunca pudieron volver pero dejaron su herencia en forma de semilla a sus descendientes.

Ellos, nacidos ya en otro lugar, tienen el recuerdo del pueblo a través de las historias que contaba su padre o su abuelo. Sólo tienen referencias de aquel lugar de juegos infantiles y adolescentes de sus mayores. Quizá lo han visitado alguna vez en plan turista y con una mirada condescendiente que a cada pisada por sus calles y plazas se va convirtiendo en un apego inexplicable a una tierra que no es la suya ¿o sí? .

Porque  la semilla que un día plantó su antecesor ha germinado de una forma apenas perceptible y esas raíces tan fuertes tienen ya ramificaciones que no se pueden arrancar del alma. Ahora comparten amores, el de su tierra natal y el de aquella cuya sangre llevan.

Muchos saben por experiencia propia que cuando se dan estos casos, difícilmente se es de algún lugar o de ninguno. Allí eres “de fuera” a pesar del paso de los años y aquí eres el “forastero” cuyo antepasado era lugareño.

Allí las comidas que hace tu madre no se asemejan a las de la madre de tu amigo, los vecinos no conocen los dichos y palabras que utiliza tu padre y tu acento tampoco coincide exactamente con el de tus compañeros de clase, que inciden en tu tonillo. Aquí, tu forma de hablar también es distinta, tus costumbres, otras. Hasta la forma de vestirte o de peinarte es muchas veces distinta y llamativa a los ojos de los más viejos del lugar.

El único modo de actuar ante esta forma de “no encajar” en ninguna parte es convertirte en ciudadano del mundo, amar la tierra que te ha visto nacer y aquella en la que un día vivieron tus padres y abuelos. Ser español y alemán, gallego y argentino, vasco y extremeño, andaluz y catalán. Aunar tradiciones, costumbres y culturas. Y es que el mestizaje siempre da resultados positivos porque mejora la especie, la del ser humano, que nazca donde nazca o viva donde viva siempre compartirá el amor por su tierra y el respeto a la memoria de sus antepasados.



                                                                                              ANA GAMERO.