lunes, 17 de diciembre de 2012

LA LOTERIA




Este año no necesito que me toque la lotería. Y mira que la cosa anda mal de dinero. Pero aunque la cuenta bancaria aparezca en números rojos, no, no necesito que me toque la lotería. Porque soy inmensamente rica. Tengo el mayor tesoro que se pueda desear: tengo amistad.  Y aunque parezca un tópico, en mi caso es la pura realidad.


No es una, ni dos, ni tres. Tengo amigas para cubrir las dos manos, dos manos llenas de comprensión, de achuchones, de silencios, también de risas. Dos manos con distintos nombres, con distintos caracteres, con diversos trabajos, con múltiples circunstancias, pero todas dispuestas a escuchar, compartir, ayudar, vivir conmigo. Vivir los momentos buenos. Vivir los momentos malos. Reir a boca llena. Llorar hasta que no queden lágrimas. Tender la mano y acabar con un abrazo. Nadar hasta mí y no dejar que me hunda. Buscar una bolla férrea a la que agarrarnos, juntas.

Sin palabras, casi sin gestos, saben exactamente cómo me siento. Debe ser que conocen mi mirada. Saben quién soy y cómo soy. Un lenguaje de amor desinteresado que yo he aprendido a hablar en su compañía.

No hacen falta cafés, no son necesarias visitas diarias ni llamadas con horario. Están. Estamos. Qué bonito verbo. Estar para los demás sin esperar nada a cambio. Solo a veces se requiere la recompensa de una sonrisa. Esa que sale de lo más profundo de un corazón agradecido, que late lenta y pausadamente, acompasado por el ritmo del resto de sus corazones amigos, insuflando energía, aliento, pasión por la vida y por las pequeñas cosas que la hacen tan bella.

No hace falta el dinero cuando se tiene la esencia . No cabe el odio teniendo compañeros de viaje que se guían por el corazón. No se entiende el rencor cuando la limpieza de sentimientos desinfecta el alma. No se habla el idioma de la venganza cuando sencillamente no se conoce la palabra.

En ellas sale el sol cada mañana. En ellas me miro y me reflejo. En ellas me apoyo para seguir caminando por este sendero de la vida, en el que aunque existan piedras y guijarros, también hay amapolas, mariposas y arco iris. En ellas encuentro los colores y el cielo se abre, las nubes se convierten en algodones mullidos y suaves que me acunan y las estrellas brillan en noches de luna llena.

En ellas encuentro la paz y la fuerza para seguir adelante. En ellas alcanzo el mañana, día a día.

En ellas se hace posible el milagro. Ellas son el milagro. MI MILAGRO.

¿Entiendes ahora por qué no necesito que me toque la lotería?

martes, 4 de diciembre de 2012

EL DESAHUCIO DE LA MULA Y EL BUEY



La crisis no respeta nada, ni siquiera a la Navidad. Este año las fechas navideñas también sufrirán recortes. Veremos menos luces en la calle, dispondremos de menos cash para realizar nuestras compras, tendremos que tirar de adornos de otros años para decorar nuestros hogares y en la mesa habrá menos dispendio. Solo nos quedará la alegría de cantar villancicos con las panderetas y zambombas al calor del tradicional anís. 

Pero cuidado, este año hasta las canciones populares sufren recortes ya que ha quedado eliminado del cancionero popular el tradicional villancico que suena tal que “Entre un buey y una mula Dios ha nacido…”.

Al Papa Benedicto XVI le han iluminado con la revelación de que en Belén, en el pesebre donde nació Jesucristo, no había ni mula ni buey. Y lo trascribe en  un libro sobre la infancia de Jesús en el que también dice que la Estrella de Oriente no era más que un cometa que pasaba por allí frente a los ojos de los Reyes Magos. Y no seré yo quien le rectifique ni niegue tales afirmaciones, pero hombre, digo yo que ya había otras cosas más importantes en las que pensar en estos tiempos de necesidad , señor Ratzinger.

¿Qué daño hacían la pobre mula y el buey en nuestra tradición?, ¿Qué hacemos ahora con la Estrella de Oriente, la colocamos sobre la copa de nuestros árboles de Navidad o la defenestramos de la cultura navideña?. Y es que lo que no pasa de ser un simple hecho anecdótico tiene su importancia en cuanto a que tales replanteamientos pueden generar incertidumbre y dudas sobre el resto de la historia sagrada.
Y con la crisis de valores que estamos padeciendo, con el hambre de esperanza que hay en el mundo, con las ansias de creer que todos tenemos, este Papa teólogo ha hecho un flaco favor a la fe.

Y aquellos que no creen, los ateos y agnósticos, se estarán frotando las manos en base a que estas afirmaciones pueden dar rienda suelta al relativismo y al cuestionamiento de nuestras creencias.

Todavía recuerdo el precioso Nacimiento instalado en plena Navidad en la Plaza de San Pedro de Roma, en vida de Juan Pablo II. San José, La Virgen y el Niño con la mula y el buey, tal y como lo han representado la iconografía, la imaginería y el arte pictórico a lo largo de los siglos. Ahora Ratzinger los ha desahuciado y tendremos que retirar a ambos animalitos de nuestros belenes pues según el nuevo Papa, no había bestias en el pesebre. Como poco, kafkiano, diría yo.

Yo, que crecí con ellos, que les canté villancicos, que visité belenes vivientes en los que no faltaban, ahora les tengo que decir a mis hijos que todo fue fruto de un capricho de Francisco de Asís.

Ahora solo nos falta escuchar que no eran 3 los Reyes que visitaron al Niño, sino dos viajeros, o que José no era carpintero, o que Jesús en realidad no se llamaba Jesús. Porque ya puestos y después de haberme jorobado parte de la infancia, una se espera cualquier cosa.

Así que yo pienso permanecer ciega y sorda. Voy a poner con mis niños el Belén y pienso colocar en él a la mula y al buey como también es mi intención subir a mi pequeño en brazos para que corone el árbol con la Estrella de Navidad.

Es mi particular forma de seguir teniendo fe en aquello que me enseñaron, en lo que me contaron como una maravillosa historia que sucedió en Oriente hace más de 2.000 años, un relato de amor, esperanza y magia que revivimos cada año desde hace generaciones, que repetimos cada Navidad y que transmitimos de padres a hijos con la fuerza de la verdad de nuestra religión.

                                                                              

miércoles, 7 de noviembre de 2012

SUMAR ES MAS





Hablaba yo el otro día por teléfono con una amiga catalana y nos reíamos juntas del follón que se ha montado en torno a las intenciones de Artur Mas y su Gobierno para realizar un referéndum para la independencia de Cataluña.



Y digo nos reíamos. Y digo bien. Porque entre los ciudadanos de a pié, aquellos que han nacido en tierras catalanas y esos otros que un día emigraron provenientes de otras regiones pero que han echado sus raíces allí y se sienten catalanes, esta polémica está fuera de su cotidianidad. Alejada de sus preocupaciones diarias. En otra dimensión siempre cercana a intereses políticos y luchas de poder.

Porque querer hacer de la defensa de un idioma y del sentirse catalán una reivindicación independentista es algo “aberrante”. Lo inteligente, lo sensato, lo juicioso, es sumar. Nunca restar. Conocer el idioma de tu región y el de tu país. Sentirse catalán y español.

Porque todos formamos parte de un gran país, con historia, con cultura, con tradición. Cada cual con su idiosincrasia, sus costumbres, su gastronomía, su bandera, sus gentes… pero siempre sumando porque en definitiva, es el conjunto lo que cuenta y lo que a unos les falta otros lo aportan.

Esa es la esencia de una gran nación y España, señores, tiene todo lo que cualquier ciudadano del mundo pudiera desear. Una Sagrada Familia única y maravillosa, un Palacio Real majestuoso, una Giralda singular y un teatro romano emeritense espectacular. Tiene playas salvajes al norte y cálidas al sur.

Tiene montes idílicos, verdes y frondosos y llanuras castellanas tantas veces evocadas por Antonio Machado. Tiene fiestas genuinas como las Fallas, la Feria, los medievales y las tamborradas. Tiene sardanas, jotas y sevillanas. Tiene butifarras, migas, fabada, langostinos, jamón ibérico y paella. ¿No es mejor tenerlo todo que aspirar al ostracismo y a una disparatada independencia basada en ideales nacionalistas que han pasado de moda y que tantos sufrimiento y barbarie han traído consigo?.

Cataluña es una gran región. Una tierra de prosperidad y oportunidades, un ejemplo de desarrollo, de solidaridad y acogida hacia muchos españoles que llegados de diferentes puntos de España, sobre todo de Andalucía y Extremadura, formaron un hogar y un futuro mejor. Porque, parafraseando a Mario Onaindía, La patria no es el lugar donde se nace, sino donde se es libre”.

Por qué ahora desunir, confrontar y radicalizar posturas. Por qué espurios intereses se pretende ofrecer una versión irreal de la historia, imponer una lengua y enfrentar a familias, amigos, padres e hijos. Por qué no se puede tener en esta tierra el corazón partío. Por qué unos políticos a los que todos pagamos con nuestro dinero no trabajan a favor de la concordia, la paz social y la estabilidad de una región en vez de sembrar rencillas y odios enfervorecidos. Son preguntas retóricas porque supongo que ninguno de estos “defensores” de Cataluña contestará.

Sin embargo, yo tengo fe en las personas, en los hombres y mujeres que cada día forjan la historia de sus vidas, que se levantan cada día para ir a trabajar con la preocupación de llevar a sus casas un futuro mejor y no tienen tiempo para pensar en ideas peregrinas y disgregantes.
Creo en las personas, sean catalanas, extremeñas o andaluzas, sin distinción de idioma o lugar de nacimiento. Porque como diría H.G Wells, Nuestra verdadera nacionalidad es la del género humano”.

                                                                              

jueves, 18 de octubre de 2012

ROJO CARMIN



En todos los momentos de crisis que ha vivido el mundo, las mujeres hemos reaccionado poniendo  “al mal tiempo, buena cara”. Por eso, cuando las cosas van mal y el pesimismo se adueña del ambiente, nosotras nos ponemos el mundo por montera y nos pintamos los labios de rojo. Eso es un signo inequívoco de la fuerza que tenemos las mujeres, de nuestra capacidad para afrontar los malos tiempos y de nuestro coraje para salvar las situaciones más difíciles.

No entiendo pues porque se dice que somos el “sexo débil”. ¿Débil de qué?. Si en cada época de la humanidad hemos sido los pilares y resortes de una sociedad cambiante y en constante evolución. De hecho, durante los primeros pasos del ser humano se establecían matriarcados en los poblados, un sistema que aún hoy perdura en muchas tribus del mundo y que secretamente sigue imperando en muchos hogares.

Cierto es que el pensamiento machista y dominador del hombre, aderezado con dogmas religiosos y consignas políticas, nos sometieron durante siglos y nos retrotrajeron a un segundo plano, pero incluso ahí, en aquel pequeño rincón oscuro al que nos condenaron, fuimos capaces de forjar a grandes hombres y mujeres, gestionar la economía de nuestro micromundo y buscar fórmulas para pasar nuestros ratos de ocio.

Y quizá por esta presión a la que durante siglos nos vimos sometidas, las mujeres aprendimos a valernos por nosotras mismas, a encontrar nuestro espacio y a beber a pequeños sorbos la felicidad.

Y llegó el día en el que las mujeres abrimos los ojos y vimos lo que valíamos y entonces reivindicamos nuestro papel fundamental en la sociedad. Nos costó. Nos costó mucho. Pero lo conseguimos. Conquistamos el lugar que nos pertenecía por derecho propio. Nos echamos la mochila a la espalda, una mochila grande cargada de sueños, esperanzas y muchos proyectos. En ella incluimos también las labores del hogar, impuestas y autoimpuestas así como la crianza de nuestros hijos. Y a pesar del peso, no nos quejamos. Porque somos felices. Porque podemos decidir qué hacer con nuestras vidas.

Hoy día, aunque nos faltan por conquistar las cotas aún vetadas por intereses cercanos al poder, podemos decir que estamos ram con ram. Hemos aprendido a compatibilizar. A sacar tiempo de donde no lo hay. A poner una gran sonrisa a nuestros hijos aunque lleguemos agotadas de trabajar.

Nos hemos calzado los tacones y a la vez nos hemos puesto el casco de obra. Hemos desarrollado el don de la ubicuidad. Hemos aprendido a ser ambidiestras y salimos cada día a comernos el mundo.


Y todo, con los labios pintados de rojo carmín. 

martes, 17 de julio de 2012

UN VIAJE EN EL TIEMPO



Hace algunos meses cayó en mis manos el libro de Felix Palma, `El Mapa del Tiempo´. En él se vuelve a plantear el deseo del hombre por conocer otras dimensiones y viajar en el tiempo. El propio H.G Wells se convierte en protagonista de su propia historia, descubriendo que puede hacer todo aquello que un día soñó y que consideró imposible.

Y entonces, una idea se asoma a mi mente. Y si yo también pudiera desaparecer del escenario de mi vida y aparecer en otro tiempo, en otra parte?. ¿Qué haría?, ¿Dónde iría?. ¿Sería yo misma, mi antepasado o mi descendiente?. ¿Podría ir y venir a mi antojo, congelando el tiempo que no me guste y dilatando los momentos inolvidables?.

¿A quién buscaría?. ¿Sería testigo de excepción o podría tomar parte de esa vida paralela?. Todas esas preguntas y alguna más se han lanzado ya, no soy nada original. Pero a veces pienso: ¿ Y si se pudiera, de verdad?.

Siempre me ha apetecido conocer a Jesucristo, moverme en el Ágora con los filósofos Platón y Aristóteles, recorrer los templos egipcios. Viajar al pasado para conocer la historia. Pero, ¿ Y el futuro?. ¿Me gustaría conocer el futuro?. Es una cuestión difícil de dirimir, sobre todo si tenemos en cuenta la teoría del destino. Aquello que te ha de suceder, hagas lo que hagas, decidas lo que decidas, creas lo que creas.
¿Podríamos dar marcha atrás a nuestra propia vida si tuviéramos oportunidad de hacerlo?. Habrá quien firme, habrá quien no. Dependerá de las circunstancias. Pero sería algo tentador poder ser el dedo ejecutor de tus victorias y la goma de borrar de tus propios errores. Supondría la posibilidad de poder rectificar. Deshacer lo ya realizado. Vivir otra nueva vida llena de alegrías en las que los tropiezos solo fueran un Kit Kat.

¿Qué pasaría entonces con la responsabilidad?, dirán los más críticos y racionales. Pues, sencillamente, a la mierda con la responsabilidad. Porque aunque nos han inculcado la necesidad de llevarla perenne como una segunda piel, la mayoría de las veces nos impide ser verdaderamente felices, nos veta caminos prohibidos, nos tortura con la conciencia y nos hace ser, a veces, demasiado cobardes para hacer aquello que deseamos.
Por eso, si bien esta señora de ojos grises vestida de negro será una sombra en nuestra vida, hay veces en las que sería mejor dejarla ciega, muda y sorda, para que deje de martillear en nuestros actos y pensamientos como una vieja bruja que te dice en todo momento aquello que está bien y lo que está mal.

Nos hemos vuelto tan responsables que hemos olvidado lo que es la espontaneidad. Hemos dejado atrás los impulsos para atender a sus rectas razones, nos hemos vestido de negro y hemos dejado de brillar.
Hay momentos en los que tu mente explota y tu cuerpo se rebela. Y entonces hay un `crack´. Después de tantos años de formalidad impuesta y auotoimpuesta, la campanita de la rebeldía se oye a lo lejos, tímida, apagada al principio. Repicando si te acercas al abismo. Un precipicio, un acantilado, un salto sin paracaídas.

Un paso al frente, romper las reglas y lanzarte sin más pretensión que la de volar y sentir la libertad. Podrás estrellarte, pero habrá merecido la pena saborear esos instantes de locura en los que nada importa salvo tú y tus ansias de buscar otras vidas, otros momentos, otras historias que contar.
Pero no hay valor, no hay fuerzas, no hay ganas de probar. El miedo, la cobardía y el desconcierto ante lo desconocido pueden más y se alían con la responsabilidad para hacer de nosotros seres estáticos y aletargados que hibernan en sus respectivas cuevas a la espera de una primavera que, se supone, ha de llegar.

Pasa un invierno. Y después otro. Y otro más. Nos hacemos mayores. Nos atamos al trabajo, a la nómina y a la hipoteca. Nos refugiamos en nuestros hijos. Y dejamos de soñar. Y olvidamos nuestros deseos de juventud. Perdemos el punto de locura de la adolescencia y dejamos atrás todo aquello que suponga desestabilizar nuestra responsable y acomodada existencia.
Quizá por eso casi todos reconocemos en los años adolescentes la mejor etapa de nuestras vidas, irrecuperable, trascendental y enormemente bella y divertida.

Mi madre dirá al leer esto que la vida es así. Que no puedo ser Quijote. Que tengo que seguir cada etapa tal y como viene. Pero, ¿y si la vida no tiene por ser así?...

Si pudieras viajar en el tiempo. ¿Qué harías?...




                                                          


domingo, 17 de junio de 2012

LA ROJA


Ya está aquí. Ya empezó. La Eurocopa de Fútbol ha llegado y con él, todo un inicio de temporada estival repleta de televisores con una única programación, horas de vacío en las calles y reuniones de amigos y familiares para ver el partido de rigor. Fútbol, fútbol, fútbol. Eso es lo que toca, aunque sí miramos más allá del césped, más allá del banquillo o de la tribuna, encontraremos más, mucho más que simple fútbol.

Para empezar podemos fijarnos en la lista de convocados. 23 jugadores de diferentes comunidades autónomas se dan la mano o el pié, según se mire, para lograr el mismo objetivo, el mismo sueño: hacer ganar a tu equipo, que no es otro que España.

 Aquí y ahora, en el campo de juego y con la selección española jugando un partido, no existen nacionalismos ni política. En el césped todos los jugadores- madrileños, catalanes, vascos, andaluces, castellanos, canarios… tienen una misma identidad, son españoles y defienden con orgullo la bandera a golpe de regate.

Apoyando a la furia española, durante estos días salen a la venta libros sobre la selección, álbumes con estampitas que son devorados por los niños, gorras, camisetas, banderas de España, hasta la bufanda de Manolo el del bombo. Todo, para apoyar a la selección.

Es la fiebre de La Roja, que ha conseguido que los españoles perdamos la vergüenza a exhibir la bandera de España, que ha logrado que este símbolo no tenga más connotaciones que las estrictamente deportivas y que ha conseguido que nos sintamos orgullosos de lucir el rojo y gualda como signo del equipo al que pertenecemos.

Pero La Roja no sólo ha logrado provocar la efervescencia nacional en nuestro país. También es una buena medicina contra la crisis porque por espacio de 90 minutos más el tiempo de descuento te hace olvidar las penas y sumergirte en una marea de emociones, tensión y patriotismo. Y es que durante el tiempo que dura el partido no hay más preocupaciones que el que la pelota entre en la portería, no hay más enfermedad que la lesión que algún jugador pueda sufrir y no hay más problema económico que el de las primas, no las de riesgo sino las que ganarán o perderán los jugadores en función del resultado del partido.

Millones de personas estarán pendientes de las pantallas de televisión para ver jugar a su equipo, para soñar con una victoria que hacer suya, para gritar desaforadamente cuando pierdan y abrazarse al hermano en selección cuando gane. Millones de personas unidas por un balón, ataviadas con el uniforme de su equipo cual jugador en el banquillo, coreando vítores, pitando al árbitro, fotografiando el momento para que quede impreso en el papel igual que está quedando en la retina.

            También es una buena oportunidad para entablar relaciones sociales, estrechar lazos familiares, abrazar, besar o llorar. Todo depende de cómo se desarrolle el partido. Si ganamos, toca celebrar; si perdemos, analizaremos los fallos y debatiremos cuál ha sido el error, aunque siempre nos quedará acordarnos de la madre del árbitro de turno.

            Pero con todo, La Roja está impulsando en nuestra sociedad valores como el compañerismo, el trabajo en equipo, el esfuerzo, la ilusión, la responsabilidad, la vida sana, valores que hoy día parecen perdidos tras una maraña de superficialidad e individualismo pero que están ahí, candentes y que salen a flor de piel cuando juega nuestro equipo. Ese equipo compuesto por héroes del balón, auténticos superhombres para los niños y los no tan niños, que encuentran en ese grupo de hombres un referente, un modelo, un ideal. Hombres que todos querríamos en nuestra familia como hijos, hermanos, maridos, primos o padres. Hombres que son referente de un deporte de pasiones, de una selección con alma.

            Así, gane o pierda esta Eurocopa, La Roja ya ha conseguido su gran triunfo.



                                                                                           

martes, 12 de junio de 2012

LA FELICIDAD





Los sentimientos son algo que une al ser humano más allá de fronteras, razas o creencias. Todos, indefectiblemente, sentimos dolor ante una pérdida, todos amamos y todos reímos. Es algo innato. Y también todos buscamos desesperadamente la felicidad.

 Para alcanzarla cada uno elige su propio camino e inicia una senda de búsqueda en la que las risas forman parte del paisaje, los deseos se convierten en una meta a alcanzar y la esperanza se hace una amiga inseparable.

Todos tenemos derecho a ser felices y nadie nos puede negar ese instante de felicidad en el que por unos segundos te dices a ti mismo “soy feliz”. Suele durar un suspiro que se lleva el viento pero es suficiente para tomar impulso y seguir buscando un nuevo momento de encuentro con ese sentimiento que te hace sonreir al alma.

Un paisaje, una charla amistosa, una mirada, un paseo matutino o una puesta de sol. Puede ser cualquier cosa la que genere esa paz de espíritu y esa reconciliación con la vida. Sin esos pequeños momentos no seríamos nada. No sonreiríamos por dentro y eso se reflejaría fuera, creando seres frustrados, indolentes,anodinos y vacíos.

 Por eso es tan importante cuidar y mimar esas pequeñas cosas que nos hacen felices. Y también ayudar a otros a que lo sean, con gestos, detalles, palabras, comprensión, solidaridad, generosidad…

No es un tópico. Sólo hay que proponérselo y dejar actuar al corazón. El entiende más que las razones, sabe más, siente más.  Dice Paulo Coelho en su libro El Alquimista, “Tu corazón está donde está tu tesoro y es necesario que encuentres tu tesoro para que todo pueda tener sentido”. Y quizá el sentir sea algo que estamos dejando atrás sin pensar que eso es precisamente lo que nos hace ser felices.

La rutina diaria se convierte en la peor de las enemigas, las prisas en desagradable compañía, las discusiones en fuente de enfrentamiento  y el sentido egoísta de poseer la vida de otro nos hace olvidar que la felicidad empieza por uno mismo. Nadie puede hacer feliz a los demás si no ha experimentando antes ese sentimiento de plenitud.

La empatía, el respeto y la tolerancia se hacen entonces presentes para ayudarnos a construir esa felicidad tan ansiada, que se edifica cada día, poquito a poco y que te busca entre las tareas domésticas, los cafés de la oficina, una comida en familia. Entonces hay que retenerla, imprimirla en tu iris para que no se te olvide su fuerza y llevarla retratada en el alma.

Escucha a tu corazón, siente sus latidos, sigue su ritmo, busca en tu interior. El te guiará en esa búsqueda incesante de la felicidad.

Yo lo intento cada día. Parar la vida para oir lo que él me dice. Exprimir cada momento agradable para sentirlo mío. Secuestrar las emociones para que nunca se vayan. Vivir. Vivir intensamente para que no te quede nada por hacer, decir o sentir. Y buscar. Buscar la manera de dejarle un hueco a mi corazón, para que me hable, me aconseje, me guie en el camino. Para que cuando todo acabe  pueda esbozar una sonrisa y decir: “fui feliz”.
                                                                                              

domingo, 6 de mayo de 2012

Mamá




Hoy soy la voz de millones de corazones que laten más fuerte al pronunciar la palabra “Mamá”. La pluma para expresar un sinfín de sentimientos, todos ellos relacionados con el Amor, con el Amor más puro, limpio y desinteresado que pueda existir.

Hoy quiero ser solo Hija para poder gritar a los cuatro vientos cuánto te quiero, cuánta falta me haces, cómo aprendo de tí cada día y cuánto te admiro. Porque como muchas mujeres de tu tiempo, fuiste hija sumisa y obediente y luego madre abnegada, entregada y fiel. Ahora eres abuela y sigues dando todo tu ser en la tarea de hacer felices a esos niños que te adoran y que se pirran por estar junto a tí.

Hoy quiero que tú y todas las madres del mundo seáis las protagonistas de esta historia, una historia que comienza aún sin haber nacido, porque ya aman sin conocer, sin saber si todo vendrá bien. Sólo aman, esperan, sueñan con su bebé. Y cuando el milagro de la vida se hace presente, ya nada vuelve a ser lo mismo. El Yo desaparece para dar paso a un Tú. Y a partir de ese momento ya solo serás tú y tú y tú y solamente tú. Noches en duermevela, vigilia ante la fiebre, preocupación constante y mirada transparente y vigilante para que nada nos pase, que ni el viento nos roce.

Mamá estuvo siempre ahí, para vivir con nosotros nuestros primeros pasos en la vida, para disfrutar el camino de la infancia, para acompañarnos en la adolescencia y compartir la madurez. Mamá es feliz si somos felices, llora cuando lloramos y se disgusta si nos enfadamos. Ella es la sombra perenne que vela nuestro sueño porque siempre seremos su pequeño tesoro, su trocito de cielo, su ángel, su amor, su niño, su vida, su bien.

Y aunque a veces seamos crueles sin quererlo, irresponsables en nuestros actos y pasotas a la hora de pensar en Mamá, Ella siempre estará ahí, sin un reproche, sin rencor, sin dureza. Seguirá viendo en nosotros a esos niños que siempre seremos para ellas. Continuará esperando ese beso que alguna que otra vez le hemos negado. Buscará la forma de ayudarnos sin esperar nada a cambio y encontrará la manera de hacerte sentirte bien.

Porque para ser Mamá hay que estar hecha de una pasta especial. Se requiere contar con altas dosis de amor para regalar. Tener disponibilidad absoluta. Saber de medicina , cocina, psicología. Estar sin esperar. Sufrir sin llorar. Llorar de felicidad. Soñar en tercera persona. Vivir para y por los demás.

Lástima que no nos demos cuenta de lo grande que es ese amor de madre hasta que nosotros mismos no lo experimentemos. Eh ahí el misterio de la vida. Has de sentir ese pellizco en las entrañas que se produce cuando abrazas a tu hijo para que sepas cuanto te quieren a ti. Has de pasar las noches en vela pendiente de tu criatura para caer en la cuenta de cuánto han sacrificado por ti. Debes experimentar el miedo de que le pase algo malo a tu niño para que entiendas la preocupación que se adueñaba de Ella cuando llegabas tarde o no aparecías hasta bien entrada la mañana.

El Día de la Madre adquiere entonces un sentido especial, encuentra su razón de ser y te hace recapacitar y pensar en la maravillosa madre que tienes y en la enorme suerte de tenerla contigo y sobre todo, te incita a disfrutarla cada día, a mimarla a cada momento, a quererla más, a respetarla como a nadie. Ella es Mamá y como bien dice el refrán: “Madre no hay más que una”.

Mi niña me ha regalado por el Día de la Madre una postal donde reza: “ El día que yo nací, Dios me regaló un angelito que guiará mis pasos todos los días. Ese angelito se llama Ana y es mi mamá”.  La historia vuelve a empezar.
                                               

                                                                               Te quiero mamá.

miércoles, 18 de abril de 2012

EL CAZADOR CAZADO


Mi muy ilustre y majestuosa Majestad:
Imagino que nunca le tendré frente a frente para decirle lo que pienso de su última “hazaña” aunque afortunadamente puedo escribirle una carta en la que si bien no me importa que la lea o no, arrojaré toda mi decepción hacia su comportamiento.

He crecido con la Monarquía. He adorado a nuestro Príncipe Azul, Felipe, y he participado de sus bodas, bautizos y funerales, admirando su sencillez, su trato con el pueblo, su cordialidad. Entonces, hace unos años, su familia representaba para mí la historia de España, el saber estar, la educación y un fondo de armario que devorar a través de las páginas de la revista Hola.

Siempre he sabido de su afición por el riesgo, Majestad, de su pasión por las motos y la velocidad y de su carácter abierto y festivo. Siempre nos hemos sonreído pícaramente ante sus “accidentes domésticos” con una mezcla de beneplácito y reprobación.
Pero esto último ya pasa de castaño-oscuro, Majestad. Irse de parranda con la que está cayendo sobre su país es indigno de su cargo y posición. Marcharse hasta la otra punta de África para cazar una especie protegida es, simplemente, superarse.

Hemos podido ver la actitud de nuestra sufrida Reina, Doña Sofía, a la que ya nada parece cogerle de susto. Hemos contemplado el semblante serio de Don Felipe y Doña Letizia. Y de Cristina, nada sabemos después de su vuelta a Washington tras el escándalo de Urdangarín.  Coincide además, el despropósito de accidente sufrido por su nieto mayor, que en compañía de su responsable padre se pegó un tiro en el pie cuando portaba una escopeta que por su edad no debía llevar.

Su cargo, su posición merece una mayor responsabilidad por parte de toda la Familia Real y el pueblo, su pueblo, merece más respeto, ¿ no le parece?. Con más de cinco millones de parados, una prima de riesgo que nos asfixia, familias que pierden sus viviendas embargadas por los bancos, comedores sociales llenos de padres con sus hijos, España merece tener un Rey que no solo lance mensajes navideños de solidaridad. Merece un monarca preocupado realmente por los jóvenes, que esté al pié del cañón. Pero no al pié del cañón de un rifle, oteando el horizonte africano en busca de una presa de 40.000 euros. Me refiero a estar con su gente, a conocer los problemas de la calle y el día a día de sus súbditos. Y créame, señor Borbón, todo eso no está en Botsuana.

Me pregunto con cuánta gente ha viajado hasta allí y quién sufraga los gastos de esa visita privada. Porque si bien toda persona pública tiene derecho a su intimidad, Usted lleva un plus de responsabilidad que le viene dado por su “sangre azul” y creo sinceramente que sus privilegios bien valen un poco más de prudencia.

Veranos en la residencia mallorquina de Marivent, largos paseos en el Yate Fortuna, esquí en Baqueira Beret, grandes cenas palaciegas. Todo va en el cargo, como en un Todo Incluido, pero esto, Majestad, esto ya sobrepasa cualquier argumento antimonárquico que pudiera haber inventado el más imaginativo de sus detractores.

Usted solito está haciendo el trabajo sucio. Usted solito está volviendo en su contra a la opinión pública. Usted solito ha caído en la trampa. Ha sido el cazador cazado.

Es tiempo de reflexionar, Majestad, tiempo de analizar la situación y pedir perdón. Tiempo para iniciar un nuevo camino de cordura en su reinado, de volver a darle un sentido a la Monarquía. Ha llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa y pedirle responsabilidades, como a cualquier trabajador de una empresa porque en este caso, la empresa es España y aunque no lo crea, sus jefes somos todos los españoles.

                                                       Atte.
                                                          
                                                                  ANA GAMERO

sábado, 7 de abril de 2012

PASAJE A LA INDIA

Sabía que me gustaría porque siempre he querido ir. Algo en mi interior me decía que tenía que conocer la India, un país muy lejano del que nada sabía y que sin embargo, me moría por visitar. Hasta que un día, al fin, sin preverlo, surgió mi oportunidad.

Subí al avión como un niño el día de Reyes Magos. No podía borrar la sonrisa de mi rostro y el estómago me bailaba. De hecho, durante el día entero de viaje no dejaron de moverse las mariposas en mi interior. Hasta que al fin llegué…

Era una mañana clara aunque la bruma de la polución de Delhi se dejaba notar. Pero no me importó. La ventana del autobús que nos habría de llevar al Hotel fue para mí el primer escaparate de una ciudad que con 21 millones de habitantes se me presentaba como mágica y llena de vida.

Y no me equivoqué. Porque esa urbe que amanecía con el día prometía mostrarme otro mundo, otra forma de entender la vida, otro concepto de la civilización.

Así, tras recibir nuestro collar de flores naturales junto con el Bindi, el punto rojo hindú que te colocan en la frente y el siempre amable “Namaste”, que suelen utilizar los hindúes para saludar y agradecer, me sumergí en un país asiático que me cautivó a simple vista y me hizo plantearme mi vida, colmada de stress, necesidades materiales y valores olvidados.




Al recorrer a pie las calles de Delhi pude codearme con la pobreza y con niños sucios y harapientos, aunque cuando mis ojos se paraban en ellos, solo veía una mirada clara y una sonrisa limpia. Pude viajar en el tiempo y ser testigo de tratos en la calle, comercio artesanal, restaurantes ambulantes, barberos apostados a pie de acera, gurús meditando sobre un árbol… Todo era magistralmente onírico y yo no podía dejar de soñar despierta.

Me divertí viendo a grupos de 15 niños amontonados en el transporte escolar, un rick-shaw en el que el motor eran las piernas de un hombre pedaleando, el techo una lona descolorida y agujereada y las manitas agarradas a la barra servían de cinturón de seguridad. Todos ellos reían con esos dientes blanquísimos y nos miraban curiosos y divertidos, atentos a nuestras cámaras de fotos.

Solo una cosa les hacía iguales a los niños occidentales: la inocencia. Esa inocencia que les hace únicos en cualquier parte del mundo. Incluso en el centro de la Misión de la  Madre Teresa de Calcuta que pude visitar en Agra sigue brillando esa luz que tiene toda mirada infantil, ajena a la pobreza, a la necesidad, a las dificultades de una sociedad marcada por las castas. Sólo entienden de sonrisas, de canciones, de caramelos y de amor, de abrazos y caricias que dejaron en mi alma una huella imborrable.

Mis primeras impresiones sobre la esencia de aquel país lejano quedaron constatadas a cada paso que daba por aquellas calles caóticas, sucias y masificadas, pobladas de monos que danzaban por entre los miles de cables que cruzaban las casas. Una ciudad en la que el aroma a especies lo inundaba todo, el ruido de los cláxones de los vehículos era la banda sonora y el bolliwood el sueño hindú.

Y todo ello contrastaba con la calma que se respira en sus templos, ya sean hindúes, sij o musulmanes.  Con La majestuosidad de sus palacios. Con la magnificencia del fuerte rojo de Agra. Con el silencio de la ciudad abandonada de Sikri. Con la incomparable arquitectura del fuerte Amber, en Jaipur. Con La belleza que reina en sus verdes campos, plagados de trigo y mostaza. Con La sobriedad de sus monumentos funerarios, llamados Cenotafios, erigidos en honor de los Maharajás y sobre todo, con la grandiosidad del Taj Majal, la fiel representación del amor hecho monumento.

Esa belleza sin igual va intrínsecamente unida al ambiente, a los aromas a sándalo, albahaca – planta sagrada para los hindúes- y las especias, a los camellos y elefantes que recorren las carreteras cercanas a Jaipur, a las vacas sagradas que pacen tranquilas por las calles de Mathura, en el margen del río Yamuna, al simpar colorido de los saris de las mujeres, a las maravillosas puestas de sol que pude ver en el Rajasthán, que significa Tierra de Reyes…

Y me enamoré perdidamente. La India conquistó mi corazón y supe que si creyera en la reencarnación, mi próxima vida querría vivirla allí, con sus gentes, con su filosofía del buen Karma, con su modo de entender la vida y que ellos te resumen en un “Vive y deja vivir”.


Una sociedad cuya razón de ser es el respeto a las tradiciones milenarias, a los valores de la familia, a la obediencia y cuidado de los padres y abuelos, el amor entendido en su expresión más espiritual sin dejar de lado el Kama Sutra y la muerte vista como una búsqueda del Nirvana.

 Y todo, bajo los dictados de una religión, el hinduismo, que envuelve a toda una sociedad marcada por los Dioses y sus aventuras, que son narradas, generación tras generación, desde el inicio de los tiempos y que aunque no lo parezca, tienen muchísimas similitudes con nuestra historia sagrada. Ellos hablan de Brahma, el Dios creador,  Krisna, Shiva, Bishnú, Ganesha, Sarasati y con ellos miles de dioses encargados de velar por el día a día de sus siervos. Nosotros hablamos de Dios padre, Jesús y los apóstoles. No importa cómo se llamen si todos predican el bien, la verdad, la caridad y el amor…

Pero a diferencia de nosotros, los hindúes han seguido los preceptos de su religión, haciendo de ella casi la norma fundamental del estado. Así, han seguido manteniendo sus tradiciones, guardando sus costumbres, respetando su cultura mientras que nosotros andamos perdidos en la civilización, imbuidos por el desarrollo, acelerados con el stress y obsesionados con el tener en vez de con el ser.

Y todo eso condiciona a una sociedad hasta convertirla en el pueblo tranquilo que es el hindú o la vorágine en la que nos hemos convertido nosotros.

Entonces empecé a pensar: ¿ Quiénes son más felices, los hindúes, que aparentemente no tienen nada, o nosotros, que disfrutamos de todo lo material olvidando lo verdaderamente importante?.

Por eso he decidido que si bien no puedo cambiar este loco mundo nuestro sí puedo cambiar mi vida. Quiero apuntarme a clases de Yoga, para buscarme a mí misma dentro, que no fuera. Me he autoimpuesto no correr más de lo necesario y dejar jugar a mis hijos en el suelo sin miedo a que se ensucien. He pensado en ser más feliz con menos. Y he puesto una hucha. En ella, euro a euro, iré metiendo ilusiones, esperanzas y sueños, que tomarán sentido en forma de un nuevo Pasaje a la India.



                                                          








jueves, 29 de marzo de 2012

LA HUELGA DEL MIEDO

El día amanece nublado y el tiempo suave pero en el ambiente se percibe algo inusual: silencio. En hora punta no se escucha el motor de los coches, los semáforos permanecen solitarios y las calles aparecen vacías. Pero yo estoy decidida a hacer hoy mi vida normal. Arreglo a mis hijos y los llevo al colegio e inmediatamente después me dirijo a mi trabajo, porque yo soy de esas afortunadas que lo tienen y en esta jornada de huelga general, quiero ejercer mi derecho, mi derecho a acudir al trabajo, que debería ser igual de importante y respetado que el derecho a secundar el paro.

Ay el paro, pero del otro, saben mucho los más de cinco millones de personas que están sin empleo en nuestro país. Esos no podrán ni siquiera ir a la huelga porque ni esa oportunidad tienen. Pero de esos no se han acordado hoy, ni desde hace mucho tiempo, los sindicatos. Esos que se dicen defensores de los trabajadores, de los suyos, han movilizado a todos sus delegados para “informar”, como si todavía hoy los ciudadanos no fuéramos lo suficientemente capaces de obtener datos a través de la tv, prensa y radio, ni que decir de internet.

Pero bueno, pase lo de “informar”. Lo que no se puede consentir es que en pleno siglo XXI las libertades de este país sólo existan para unos pocos. Porque si el derecho a la huelga es un logro alcanzado gracias a la presión y el trabajo desarrollado por las organizaciones sindicales en una época muy difícil para España quiero recordar, por si alguno se ha olvidado o simplemente no se lo ha leído, que en la Constitución de 1978 se recoge específicamente el derecho al trabajo, véase el artículo 35.1. 

El respeto es la base de cualquier sociedad civilizada. Y en esta huelga general convocada por UGT y CCOO no ha habido, en muchos casos, ni libertad ni respeto y eso, viniendo de unas organizaciones sindicales con tanta solera, con tanta historia, con tantos logros alcanzados en pro de los trabajadores es simplemente injustificable.

Los piquetes “informativos”  han recorrido las calles de las principales ciudades “invitando” a aquellos que hoy han decidido trabajar a que secunden la huelga y en su caso, cierren sus establecimientos.. Ha sido el día a día de esta jornada de huelga, en la que los más no han acudido a su trabajo por miedo a represalias. ¿O es que los que han querido asistir a sus puestos de trabajo no son trabajadores?  ¿O es que los autónomos que quieren abrir sus establecimientos tampoco son currantes?  ¿No se merecen respeto?.

Calles vacías, comercios cerrados, silicona en las mochilas de los sindicalistas y piquetes controlando la situación y utilizando gritos en vez de argumentos, crispación en lugar de diálogo, insultos en vez de comprensión. Miedo en el ambiente.

Y ahora dirán que la huelga ha sido un éxito y que ha registrado un alto índice de participación, unas estadísticas que se basan en el temor, en el miedo, en el ánimo de no tener problemas con los de los sindicatos.

Queda claro que los sindicatos no son, ni de lejos, aquellos que fueron. Y lo digo porque si bien antes los dirigentes obreros de UGT y CCOO eran “currantes” de verdad ahora los que llevan el cotarro son otros, aquellos que en mítines y apariciones públicas aparecen con un look obrero  pero que en el back stage tienen gustos de “señoritos”, con cruceros de lujo y restaurantes de postín, unas aficiones que seguro no se pueden permitir los cinco millones trescientos mil parados de este país ni tampoco los mileuristas que trabajamos.

Esa es la nueva clase político-sindical que tenemos en la actualidad en CCOO y UGT y esos, perdónenme, no me representan a mí, sencillamente porque no me siento representada por ellos.

Quizá habría ido hoy a la huelga si en su día hubieran denunciado las mentiras de los brotes verdes. Pero claro, entonces Gobierno y sindicatos estaban de luna de miel, subvención va, subvención viene y era de muy mal gusto morder la mano que te da de comer.

Ahora, que ya le hemos visto al lobo no sólo las orejas sino hasta los dientes y el rabo, vienen estos señores de los sindicatos y nos invitan- o nos recomiendan vivamente- ir a la huelga, no importa el sueldo del día sin cobrar, sobretodo porque ellos sí cobrarán esta jornada como horas sindicales. Ja.

Creo sinceramente que a estos señores se les ha visto el plumero, que deben variar su estrategia y adoptar otras medidas de protesta que no sean del siglo pasado, fundamentalmente porque en épocas de crisis lo que menos necesita un país es un parón traducido en miles de millones en pérdidas. Podrían haber ideado una huelga a la japonesa, digo yo, por aquello de ayudar entre todos a sacar España hacia delante.

Este país es de todos, porque así lo decidimos cuando votamos la Constitución y en este país no cabe el “o conmigo o contra mí”. Todos somos ciudadanos, todos somos trabajadores y todos tenemos derecho a elegir si ejercer nuestro derecho a la huelga o bien decantarnos por nuestro derecho al trabajo. Y todo ello, con el respeto hacia la otra parte, aunque claro, esto, en  tiempos que corren, parece ser una utopía.



                                                                                                                                                                                                                                                     

miércoles, 28 de marzo de 2012

LIBERTAD SIN IRA


¿Tú vas a ir a trabajar mañana?.- Esa es la pregunta que unos y otros nos hacemos estos días y en mi caso, a cada cuestión planteada he encontrado la misma respuesta: “ No sé. Yo quiero ir pero tengo miedo…”. Tal cual. Y no una ni dos personas, sino la práctica totalidad de aquellos con los que he hablado me han expresado sus temores a ejercer un derecho que les es propio y nos pertenece a todos: el derecho al trabajo.
La libertad nos concede la opción de elegir entre secundar la huelga – decisión respetable al 100%- o abrir las puertas de los establecimientos y realizar nuestra jornada laboral con normalidad. Eso, al menos en la teoría, tal y como aparece reflejado en la Constitución española, aunque por desgracia, en la práctica las cosas no son como parecen.
El miedo es una sensación que afortunadamente los de nuestra generación no hemos conocido por la época en la que hemos nacido. Sin embargo, ahí están nuestros padres , más duchos y experimentados en estos temas, para aconsejarnos que no vayamos a trabajar, que las cosas se pueden poner feas, que hay insultos y amenazas, cerraduras con silicona… que es mejor quedarse en casa, aunque uno no quiera, para evitar problemas.
Y yo me niego, porque yo he vivido toda mi vida en democracia y no entiendo otra cosa que no sea el respeto a las ideas de cada cual, la libertad individual de cada sujeto y el derecho que uno tiene a elegir. No es culpa mía. Es lo que me han enseñado. “En eso consiste la democracia”, me dicen. Por lo tanto, no entiendo otra manera de actuar que no sea conforme a la Constitución española y no concibo que nadie presione, amenace, coaccione o coarte a otro sencillamente porque no piense como él o no quiera hacer lo que él dice. Porque eso no es democracia. Eso es una dictadura.
Hay una frase que me encanta: “Tu libertad termina donde empieza la mía”. Porque de nada sirve que tú impongas tu modo de actuar si así me estás impidiendo actuar a mí libremente. Creo que lo más bonito del mundo es poder elegir con libertad y con respeto, unos valores muy ensalzados en nuestra sociedad pero por desgracia muy poco practicados.
Cada cual tiene sus razones para ir a la huelga o para acudir a trabajar y todas son legítimas y perfectamente comprensibles. Al menos, así debería ser. Por eso mañana debería ser un día tranquilo en el que la sociedad demostrara su madurez ejerciendo sus derechos sin avasallar los derechos del otro. Porque entonces habremos perdido la esencia de los valores democráticos por los que tanto hemos luchado.
Quiero que mis hijos crezcan con la tranquilidad de saber que son libres y que pueden tomar sus propias decisiones, sin temores, sin miedos a decir lo que piensan y a actuar según su criterio sin coartar los derechos de los demás. Quiero que asuman que la libertad, sin respeto, no es libertad.
Yo mañana quiero ir a trabajar. Yo mañana iré a trabajar porque así lo he decidido libremente y espero tener una jornada laboral tranquila, sin sobresaltos, sin temores, sin miedos. Porque un pueblo con miedo es un pueblo perdido y abocado al sometimiento. Y yo no he nacido para ser sometida.

viernes, 23 de marzo de 2012

ADIOS, MI ESPAÑA QUERIDA



Una vieja y solitaria maleta descansa cubierta de polvo en algún altillo o soportando los envites de la humedad en un lóbrego sótano. Tendrían que haberla tirado hace ya tiempo pero sus dueños se resisten a hacerlo. Son tantos los recuerdos que guarda en su seno, tantas las lágrimas que cayeron sobre ella en el viaje, tantos los suspiros de morriña que inhaló y que se han quedado impregnados en sus paredes…
La porteadora de sueños, esperanzas e ilusiones en un futuro mejor duerme en un paisaje diferente al que la vio nacer. Ha aprendido el idioma, se ha empapado de las costumbres del país en el que recaló allá por los años 60 y ha echado raíces en esa lejana tierra, tantas, que ya le es imposible volver y dejar a hijos y nietos atrás.
Muchos fueron los españoles que hace 50 años decidieron probar suerte en el extranjero y marcharse a trabajar a países como Alemania, Bélgica, Suiza e incluso cruzar el charco y abarcar hasta México o Estados Unidos. Todos ellos perseguían el sueño de la prosperidad, empujados por circunstancias difíciles, una economía precaria y el anhelo de la tierra prometida.
Aquellos desoladores años en los que muchas familias se resquebrajaron por la distancia y el olvido y los pañuelos blancos ondeaban en las estaciones de tren empapados en lágrimas de ausencia y dejando miles de pueblos huérfanos de juventud, esos desoladores años que creíamos olvidados nos son devueltos por la historia como un boomerang que pensábamos perdido y que regresa para colocarse en el mismo punto de partida.
Ahora son los jóvenes del siglo XXI los que emigran. Ya no llevan desvencijadas maletas aunque en sus macutos y mochilas llevan las mismas ilusiones que sus padres y abuelos. No van como los Pepes de la película de Alfredo Landa sino que llevan bajo el brazo titulaciones de Ingenieros, arquitectos, informáticos y expertos en Telecomunicaciones. No tendrán que expresarse por gestos hasta que aprendan el idioma porque es una asignatura que ya dominan y ocuparán cargos cualificados que nada tienen que ver con los de operarios en fábricas masificadas.
Alemania precisa entre 500.000 y 800.000 profesionales que hemos educado en España y que ahora se ven obligados a emigrar para poder tener un puesto de trabajo. Sus carreras, sus máster, sus doctorados, sus idiomas no les han servido de nada. En un país como el nuestro, donde la tasa de paro extiende su negro manto para ensombrecer la vida de 4.599.829 parados, no hay sitio para los jóvenes. Actualmente, España tiene el 26,87% de paro juvenil, un auténtico drama que ha llevado a muchos a plantearse lo que nunca antes habían pensado: dejar su casa, su familia, sus amigos y empezar una nueva vida, lejos.
No es baladí decir que el número de emigrantes crece día a día y que las últimas cifras hablan de un 25,6% de emigrantes censados en el extranjero. Y las administraciones, presionadas por la imparable sangría del paro, alientan este éxodo provocado por la recesión.
Ahora las cartas se han sustituido por e-mails y las redes sociales favorecen la comunicación diaria con los seres queridos. El Skipe atrapa la imagen en vivo de los rostros más queridos a través de videoconferencia y el Víber ayuda a estar en contacto telefónico permanente gracias al Smartphone vía internet.
Aún así, las lágrimas de despedida siguen siendo las mismas, los sentimientos encontrados, también. El anhelo de la terruña permanece omnipresente en los corazones y la avidez por oler, comer y sentir como en casa se convierte en un precio demasiado duro a pagar.
Nuestros jóvenes se vuelven a marchar y nosotros, con miradas impotentes y doloridas asistimos a la repetición de la historia con la esperanza de que los tiempos cambien, las cosas mejoren y nuestro país pueda darle su sitio a esta generación de jóvenes sobradamente preparados que han apostado por la formación y la especialización y que ahora ven como única salida el otro lado de nuestras fronteras.
Un país sin jóvenes es un país sin futuro y sin futuro no hay esperanza. Por eso hoy me siento Indignada e Impotente u también Irritada ante la pasividad de nuestros Gobiernos, que asisten Indolentes a la marcha masiva de nuestro mayor tesoro y nuestra mejor Inversión. Ver para creer.