Anoche no dormí. Llegué a casa tarde, después de un día entero
de trabajo y la posterior salida nocturna. Estaba inquieta y otra vez se había
instalado en mi estómago esa sensación tan extraña que me subía a la garganta
cual bilis. Quise ignorarla y engañar al sueño, pero no se dejó. Mi cabeza no
estaba por la labor de dejarme en paz. Una vuelta, otra y otra más. La noche
silenciosa viendo las horas pasar. Quise buscar entonces el motivo de mi
desvelo y eh ahí que lo encontré.

Así, acompañadas por una
botella de vino, decidimos iniciar un Cuaderno de Bitácora y para ello elegimos un libro de esos
que traen escritos mensajes positivos, frases positivas e ilustraciones
coloridas.
Lo primero que hicimos fue titular el libro. Se llamaría el
cuaderno de los Quiero.
Hoja a hoja fuimos describiendo con tinta rosa aquellas
cosas que cada una de nosotras quería en su vida y cómo lograrlas. Serían cosas
sencillas, nada abstractas, deseos tangibles y alcanzables que solo precisaban
de un poco de voluntad para poder hacerse reales.
Quiero viajar más. Quiero dedicar más tiempo a la familia.
Quiero cuidarme más. Quiero perdonarme mis fallos. Quiero, Quiero, Quiero…

Pero ya se sabe que muchas veces la realidad te devuelve una sonora bofetada
cuando menos te lo esperas y el día a día volvió a convertirse en una losa
difícil de soportar. Sin embargo, algo había cambiado dentro de mí, no había
duda. Mis ideas iban haciéndose un hueco en la maraña de sentimientos y mi
voluntad y raciocinio pugnaban ahora por hacerse fuertes.
Porque la evolución del ser humano pasa de forma irrevocable por la razón y hay veces en las que a pesar de las distracciones del alma y del corazón, es ésta la que debe tomar la decisión final.
A veces no gusta, a veces duele, pero siempre será la mejor elección porque te habla desde la objetividad.
Así que anoche, sin nada mejor que hacer, me puse a dialogar con
ella, con mi razón. Dejé de luchar contra ella. La escuché serenamente, atendí
sus consejos y vi claramente cuán equivocada estaba cuando me empeñaba en mirar
hacia otro lado, en soñar bonito y negar las evidencias. Fantasear no me hacía
ningún bien y aunque aquella sonrisa absurda y bobalicona se hacía presa de mis
labios cuando dejaba vagar la imaginación, había llegado la hora de abrir los
ojos a la realidad.
No quiero decir con esto que cierre la puerta a mi parte
sensible, ni mucho menos. Es más, estoy convencida de la necesidad de
potenciarla y mimarla, de dejarla sentir pero sin que ello me perjudique.
Por eso he decidido emprender un proceso de reciclaje personal. He decidido tomar las riendas de mi propio destino, si es que eso es posible; Y para ello, he de empezar a renunciar.
Así, si antes supe plasmar en mi cuaderno aquellos Quiero que
deseaba en la vida, ahora le toca el turno a la Renuncia, aunque ésta será una
Renuncia bien entendida que me va a llevar hasta lo que yo entiendo por
felicidad.
De esta forma, Yo Renuncio a vivir una vida anodina y
superficial, marcada por los convencionalismos, prejuicios y el qué dirán.
Yo Renuncio a esconderme, básicamente porque no tengo nada que
ocultar. Soy yo, soy libre y quiero pasear bajo el sol y mojarme los pies en el
mar. Quiero sentir aire en mis pulmones y gozar de la maravillosa sensación de
libertad.
Yo Renuncio a mi zona de confort, porque a pesar de la comodidad
de un buen sofá, hay cosas en la vida que superan con creces esa sensación de
seguridad. Tener planes para hoy pero no para mañana. Vivir el presente, aquí y
ahora. Carpe Diem.
Yo Renuncio a la montaña rusa sensorial. Que si bien es super
divertida cuando estas arriba y te aporta una engañosa imagen de poder y de
vanidad, es algo más molesta y fastidiosa cuando bajas porque hace que te
sientas vulnerable y pequeñita y que no te abandonen las ganas de vomitar. Por
eso yo me bajo.
Buscaré otras atracciones menos peligrosas, menos prohibidas, de
menor altura aunque también divertidas.
Pueden serlo si sabes disfrutar del viaje, del momento y de la experiencia.
No
hace falta caer sin paracaídas y sin red para pasar un momento glorioso. Lejos
de artificios, de luces de colores, de cantos de sirena, de subidas y bajadas y
de sensación de adrenalina.

Yo Renuncio a ser presa de la dictadura del móvil y renuncio a esperar, cual reo
condenado a muerte, la sentencia final. Un mensaje, un wasap, un correo, una
llamada. Esto también va ser que No.
En definitiva, Yo Renuncio a todo aquello que no me haga feliz.
Renuncio porque Quiero.
Y soy bastante exigente con lo que deseo. Porque me
lo merezco. Y porque yo lo valgo!!.
ANA
GAMERO