lunes, 12 de diciembre de 2011

JUGAR A JUGAR

Cómo han cambiado los tiempos. En las últimas décadas hemos asistido a un profundo desarrollo de la sociedad y a cambios vertiginosos a nivel tecnológico y educacional. No en vano hemos vivido un cambio de siglo, con la consiguiente revolución que un cambio de era trae consigo. Definitivamente, este siglo XXI será el de las nuevas tecnologías, la domótica y la inteligencia artificial, un siglo de cambios profundos en el que ser humano vivirá más de 100 años, pisará Marte y quién sabe si algún planeta más y descubrirá las infinitas posibilidades del cerebro entre otros grandes avances.
Sin embargo hay algo que ni ha cambiado ni cambiará y eso son los niños. Sea la época que sea, el lugar del que procedan, la lengua que hablen, la clase social a la que pertenezca, un niño siempre quiere jugar.
Las primeras evidencias arqueológicas sitúan los primeros juguetes en Mesopotamia, donde hace más de cinco mil años los niños jugaban con huesos de corderos o animales rumiantes.
En Egipto se entretenían con pequeñas miniaturas bajo la forma de armas y muñecas e incluso daban patadas a una pelota hecha con juncos y en Roma, los niños se divertían con yoyós y peonzas.
Tiempo después, en el siglo XV llegarían los muñecos articulados, los títeres y los primeros robots, creados por Leonardo Da Vinci. También aparecieron los soldaditos de plomo, los caballitos de madera y las muñecas de trapo o de cartón, juguete éste que ha sobrevivido al paso del tiempo y que con sus consabidos cambios sigue siendo el regalo estrella para las niñas.
Con la industrialización, en el siglo XVIII, Europa se transforma y con ella, el mundo del juguete. Aparecen materiales nuevos como la hojalata y aparece por vez primera el juguete educativo y pedagógico.
Pero la auténtica revolución llegará con el siglo XX y en 1948 se aplica el plástico por primera vez para hacer una muñeca. Pero ahora que lo pienso, eso sería en algunas casas porque en la de mi madre, las muñecas eran de cartón, de esas que cuando mi tía las bañaba se deshacían con el consiguiente disgusto de la afectada, que no volvía a tener otra muñeca hasta los siguientes Reyes. También las tuvo mi madre de trapo, muñecas hechas en casa con trozos de retales sobrantes, muñecas que acompañaron su infancia como fieles testigos de su niñez y compañeras de viaje hasta la pubertad.
Aunque no fueron las muñecas las únicas protagonistas de la infancia de los niños de los años 40, 50 y 60. También ocupaba un lugar preponderante el diábolo y la comba, a la que saltaban y saltaban las avezadas niñitas, quienes también se preparaban para el mañana jugando a las cocinitas. Los niños por su parte se divertían con el aro, la pelota, las chapas y cómo no, el fútbol, consorte de las muñecas en su protagonismo como juego preferido, esta vez por los chavales. Y por supuesto, todos los niños sin distinción jugaban en la calle, a la intemperie y sin ponerse malos.
La llegada de los videojuegos y del comecocos cambio el estilo de juego de los niños de los años 70 y 80 si bien estos ya se conocían en USA desde la década de los 50.
Y es que a pesar de que algunos nos aferramos al Mi Bebé o la Nancy, el set de la Señorita Pepis, la tiza, el elástico, los cromos, el trompo y las canicas, el advenimiento de las nuevas tecnologías modificó totalmente el sentido de la palabra jugar y delimitó el ámbito de juego al entorno de una pantalla de televisión, en primera instancia, un ordenador después y ahora a una diminuta pantalla de la Nintendo, la PSP, el teléfono móvil y demás artificios tecnológicos.
Y ahora viene la pregunta de qué fue primero si el huevo o la gallina. ¿Han cambiado los gustos de los niños o hemos condicionado sus juegos a un nuevo estilo de vida y a las necesidades de los mayores?. ¿Se han vuelto más exigentes o somos los padres los que no sabemos decirles No?. Con respecto a esta pregunta, en la que yo misma caigo con mis hijos, que no han sabido a qué juguete atender en el día de los Reyes por la cantidad de regalos que han recibido, quiero hacer constar que el juez de menores Emilio Calatayud recomienda explícitamente que no se les dé a los niños todo cuanto pidan ni se les concedan todos los caprichos, pero claro, ahora creemos que somos mejores padres que nuestros abuelos y no hacemos la carta a los Reyes con el encargo de un solo regalo. Ahora no tenemos sitio suficiente para escribir a sus Majestades, quienes llegan cargados de juguetes que después nuestros hijos ni siquiera mirarán ni tampoco valorarán. Yo entono el mea culpa, que conste, porque todo nos parece siempre poco para nuestros niños si bien reconozco que una pelota es más que suficiente para entretener a los infantes durante una buena jornada de juegos.
De hecho, la pedagoga, Elinor Goldschmied, tras la observación de las tribus más primitivas, realizó una propuesta o teoría para el desarrollo extrasensorial de los bebés llamada “El Cesto de los Tesoros” que no es más que darle a un niño para jugar objetos naturales que estimulen sus sentidos tales como ovillos de lana, objetos de madera, esponjas, corcho, piel o tela, entre otros.
Volvemos pues a los orígenes, a lo básico y no hay nada más básico que la necesidad de jugar de un niño, su instinto por la diversión y el desenfado y su capacidad para adaptar a esta experiencia universal cualquier objeto a su alcance, sea cuál sea.
Y aunque los tiempos cambien, los juguetes se desarrollen hasta su máxima expresión y se inventen nuevas formas de entretenimiento, siempre debería quedar imaginación, espontaneidad y creatividad en ellos para jugar y propiciar su posterior desarrollo como personas. Y sea cuál sea el juguete que hayamos elegido para ellos, darles una infancia feliz, llena de experiencias, sonrisas, cariño y atención será siempre el mejor de los regalos.   
                                                                                  ANA GAMERO.

2 comentarios:

  1. Excelente e interesantísimo post, bien documentado. Coincido plenamente con las conclusiones de la autora.

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  2. Los juguetes de hoy no dejan lugar a la imaginación y es muy peligroso para los niños. Recuerdo los vestidos que le hacía a mis barbies con retales de tela y la casa que les montaba con cosas que me encontraba. Eso ya hoy día no se ve, lo tienen todo hecho, los videojuegos inventan sus historias. Lo peor de todo es que muchos padres tienen la culpa porque prefieren a sus hijos distraídos para poder pasar la única media hora que queda libre al día mirando sus facebook ¿qué nos está pasando?

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