Mi muy ilustre y majestuosa Majestad:
Imagino que nunca le tendré frente a frente para decirle lo que pienso de su última “hazaña” aunque afortunadamente puedo escribirle una carta en la que si bien no me importa que la lea o no, arrojaré toda mi decepción hacia su comportamiento.
He crecido con la Monarquía. He adorado a nuestro Príncipe Azul, Felipe, y he participado de sus bodas, bautizos y funerales, admirando su sencillez, su trato con el pueblo, su cordialidad. Entonces, hace unos años, su familia representaba para mí la historia de España, el saber estar, la educación y un fondo de armario que devorar a través de las páginas de la revista Hola.
Siempre he sabido de su afición por el riesgo, Majestad, de su pasión por las motos y la velocidad y de su carácter abierto y festivo. Siempre nos hemos sonreído pícaramente ante sus “accidentes domésticos” con una mezcla de beneplácito y reprobación.
Pero esto último ya pasa de castaño-oscuro, Majestad. Irse de parranda con la que está cayendo sobre su país es indigno de su cargo y posición. Marcharse hasta la otra punta de África para cazar una especie protegida es, simplemente, superarse.
Hemos podido ver la actitud de nuestra sufrida Reina, Doña Sofía, a la que ya nada parece cogerle de susto. Hemos contemplado el semblante serio de Don Felipe y Doña Letizia. Y de Cristina, nada sabemos después de su vuelta a Washington tras el escándalo de Urdangarín. Coincide además, el despropósito de accidente sufrido por su nieto mayor, que en compañía de su responsable padre se pegó un tiro en el pie cuando portaba una escopeta que por su edad no debía llevar.
Su cargo, su posición merece una mayor responsabilidad por parte de toda la Familia Real y el pueblo, su pueblo, merece más respeto, ¿ no le parece?. Con más de cinco millones de parados, una prima de riesgo que nos asfixia, familias que pierden sus viviendas embargadas por los bancos, comedores sociales llenos de padres con sus hijos, España merece tener un Rey que no solo lance mensajes navideños de solidaridad. Merece un monarca preocupado realmente por los jóvenes, que esté al pié del cañón. Pero no al pié del cañón de un rifle, oteando el horizonte africano en busca de una presa de 40.000 euros. Me refiero a estar con su gente, a conocer los problemas de la calle y el día a día de sus súbditos. Y créame, señor Borbón, todo eso no está en Botsuana.

Veranos en la residencia mallorquina de Marivent, largos paseos en el Yate Fortuna, esquí en Baqueira Beret, grandes cenas palaciegas. Todo va en el cargo, como en un Todo Incluido, pero esto, Majestad, esto ya sobrepasa cualquier argumento antimonárquico que pudiera haber inventado el más imaginativo de sus detractores.
Usted solito está haciendo el trabajo sucio. Usted solito está volviendo en su contra a la opinión pública. Usted solito ha caído en la trampa. Ha sido el cazador cazado.
Es tiempo de reflexionar, Majestad, tiempo de analizar la situación y pedir perdón. Tiempo para iniciar un nuevo camino de cordura en su reinado, de volver a darle un sentido a la Monarquía. Ha llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa y pedirle responsabilidades, como a cualquier trabajador de una empresa porque en este caso, la empresa es España y aunque no lo crea, sus jefes somos todos los españoles.
Atte.
ANA GAMERO