Son tiempos convulsos, tiempos de
crisis, tiempos de parálisis. Y todos esos estados que azotan a nuestra sociedad y nos
condicionan día tras día se están empezando a pegar de manera peligrosa a
nuestra piel y colándose en nuestros corazones y en nuestras almas como la
Nada. Y eso es lo que están creando: La Nada. Oscuridad, silencio, amargura, conformismo,
desazón.
Y paradójicamente, algunos llaman
a esa sensación Zona de Confort, un lugar en el que encontramos la ficticia
seguridad de nuestras vidas, un mullido colchón en el que recostarnos sabiendo
que su interior no es lana pura sino 100% sintético.
Y aún así, seguimos amodorrados,
aterrorizados ante la simple idea de cambiar de postura, ateridos solo con
pensar en modificar nuestros hábitos de vida hecha a medida, planificada y
diseñada para garantizar un futuro acomodado a nuestras expectativas y a lo que
de nosotros esperan los demás.

Y funciona, funciona para
aquellos que se resignan a vivir una vida inventada. Sirve de airbag para los
que no se atreven a ser diferentes y para aquellos que no quieren dar
titulares. Va de perlas para los que no quieren complicarse la vida y aceptan
su destino carente de autentica felicidad, que disfrazan bajo la apariencia de
estabilidad.
Pero solo nosotros somos los
dueños de nuestro destino y solo en nuestra mano está cambiarlo. Aunque para
ello haga falta un sacrificio. Un terremoto que mueva los pilares sobre los que
hemos construido nuestra existencia pseudoperfecta. Hace falta coraje y valor,
arrojo y pasión por la vida, por la auténtica vida.
Porque sólo vivimos una vez y
emplear nuestro único comodín en una partida insulsa y aburrida, carente de
pasión y emociones es como rendirnos antes de empezar, tirar la toalla ante un
futuro que puede que sí, puede que no, quizá ofrezca un sentido a nuestra vida.
Todo es cuestión de querer jugar con intensidad.

Solo unos pocos, los más arriesgados
y valientes lo lograrán. Saldrán de esa mal llamada Zona de Confort y por fin
vivirán. Vivirán la vida que quieren vivir, la real, la de verdad. Habrán
dejado en el camino comodidades e imagen pero se habrán ganado, por derecho
propio, la vida. Su vida. La que cada uno quiera vivir. Y entonces, lograrán la
verdadera felicidad.
(…) “Soy el amo de mi destino
Soy el
capitán de mi alma”
William Henley
ANA
GAMERO.