Qué había
salido mal?, se preguntaba- Había elegido mal el lienzo? No Había sabido
imprimir personalidad a su obra?, Había fallado la amalgama de colores?.
Preguntas, preguntas, preguntas.. y todas ellas sin respuesta.
Lo que en
su imaginación había sido una explosión de los sentidos, ante sus ojos se
presentaba como un triste recuerdo de lo que pudo ser y no fue. Eran demasiados
los elementos externos, muchos los materiales que entraban en juego, enormes
las barreras pictóricas que había que superar.
Y así, lo
que empezó con una vertiginosa expresión de libertad, pasión en cada pincelada
y sonrisas que hacían que aquel lienzo se llenara de color, se fue tornando en
un trazo lento y agarrotado, temeroso de salirse del marco trazado, comprimido
en la gama de colores fríos que a pesar del ardor interno, no conseguían traspasar el puente del pincel y derramarse
cálidos y saturados sobre la tela de aquel rígido lienzo.
La aridez
y la sombra se habían hecho presa de aquella obra que pretendía ser única y
especial y ya no había marcha atrás. Aquellos colores grises, aquellas sombras
adustas ya no se podían borrar. Porque lo que quedarían serían manchas y
borrones.
Ella
siempre había tenido un gran mundo interior. Su imaginación volaba a lugares
nunca explorados y un volcán de sensaciones y sentimientos bullía en su
interior. Pintaba la vida de colores, con trazo suelto y pegotones de pintura
que sobresalían del cuadro como relieves de un horizonte que en la lejanía
aparecía como un paisaje digno de explorar.
Mariposas,
arco iris, nubes cargadas de ilusión. Verdes praderas donde retozar acunada por
el calor de un sol fulgurante y cálido que la hacía sentirse viva. Pero no
contó con el exterior. No había sopesado los efectos de una tormenta ni tampoco
del huracán que se llevaría consigo aquellos colores que pugnaban por salir del
pincel su mano.
Y en el
camino había quedado aquel proyecto que había nacido sobre fondo blanco, que
había imaginado como un canto al disfrute de los sentidos y que no había sabido
expresar de forma material.
¿Había
fallado ella, que buceaba en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas? ¿O había fallado el lienzo, tan estático e impenetrable?- O quizá no había
fallado nada ni nadie. Sólo era una muestra más de que no siempre se puede
pintar la vida como uno quiere, piensa y siente. Una demostración de que no es
suficiente con la ilusión y las ganas de pintar.
Toca
recoger las brochas, limpiar el estudio y quitarse la bata de pintura alunarada
de manchas y colores y sentarse frente a una ventana a reflexionar sobre las
dificultades de extrapolar los deseos a la vida real. Es hora del reposo del
guerrero. Aunque la lava siga bullendo en el interior.
ANA GAMERO