viernes, 10 de febrero de 2012

EL CUENTO DE CUANDO EL PRINCIPE O LA PRINCESA SALIERON RANAS



 Los cuentos de hadas siempre nos narran las historias de amor en clave de “princesa” en apuros salvada por apuesto “príncipe azul”.

Cierto es que las historias van cambiando y acomodándose a los nuevos tiempos, aunque la esencia sigue siendo la misma, los estereotipos continúan manteniéndose y aquel que no se ajusta a los personajes establecidos queda fuera del marco de fotos de lo políticamente correcto.

Y es que hay niños y niñas que desde su más tierna infancia sienten cambiados los papeles. Pequeños principitos a los que les gustaría ser princesas; Princesitas a las que sus mamás miran con cara de preocupación por que no son las “señoritas” que ellas quisieran que fueran.

Y cuando abandonan el maravilloso mundo infantil y se adentran en la adolescencia, un torbellino de sentimientos encontrados se manifiesta, una lucha interior se desata en sus corazones y en sus cuerpos porque sienten diferente a los chicos y chicas que les rodean y desean estar secretamente con ese amigo o amiga especial con el que les gustaría llegar a más.

            Afortunadamente de unos años a esta parte, y en buena medida gracias a los medios de comunicación y a personajes como el político Pedro Zerolo, el juez  Grande- Marlaska, el cineasta Pedro Almodóvar, la actriz norteamericana Ellen Degeneres o el presentador televisivo, Jesús Vázquez, entre otros muchos, ahora ser gay o lesbiana está perfectamente aceptado en la forma – aún no sé si en el fondo-, si bien el camino que estos chicos y chicas han de seguir hasta aceptar, hasta aceptarse como homosexuales, es ciertamente difícil y tortuoso.

            Tengo muchos amigos gays y todos ellos coinciden en señalar que hasta aceptar su condición lo pasaron mal si bien una vez reconocida su homosexualidad, la felicidad se instaló en sus vidas ya que aprendieron a quererse tal y como son, personas con sus virtudes y sus defectos que aman, sufren y lloran y que sólo quieren vivir como uno más dentro de nuestra sociedad.

            Hoy día el colectivo homosexual es de los más demandados por empresas automovilísticas, cadenas hoteleras, el mundo de la moda y el sector restaurador porque supone un foco inversor enormemente importante dentro de nuestra economía ya que estas parejas no sufren las cargas propias de una familia que se diga “normal”. Así, dado su poder adquisitivo, se pueden permitir el lujo de comprar un coche biplaza, un loft o un conjunto de Dolce & Gabanna y también pueden disfrutar al completo de sus vacaciones en cualquier crucero o punto lejano del planeta sin tener que mirar el calendario escolar.

            Hay veces en las que incluso me dan envidia por la libertad que , aunque claro, eso es ahora, porque no hace mucho tiempo se les perseguía, torturaba y asesinaba simplemente por su condición sexual.

Genios como Lorca y otros tantos personajes anónimos murieron sólo por ser gays en un mundo en el que los roles estaban perfectamente definidos: los hombres tenían que ser muy machos y las mujeres unas señoritas.

Se olvidaron de que hubo una era de esplendor para la cultura, la ciencia y la filosofía en la que los hombres de la civilización griega sólo amaban la belleza sin tener en cuenta bajo que cuerpo se presentara, como también se olvidaron de las alegorías egipcias sobre la homosexualidad o de las alusiones de los poetas romanos Virgilio y Horario sobre el deseo entre personas del mismo sexo. O quizá también obviaron la condición homosexual de figuras renacentistas como Leonardo Da Vinci o Miguel Ángel, entre otros artífices del desarrollo científico y artístico de nuestro mundo.

Y digo esto para demostrar que en esta vida todo depende del color con el que se mire y de la época histórica de la que hablemos, de las normas que se establezcan, de los prejuicios que se instauren, de la influencia de la religión imperante y de otros tantos factores que nada tienen que ver con la individualidad de la persona.

Por eso doy gracias por vivir en estos tiempos de tolerancia y libertad en los que nadie mande sobre los sentimientos de nadie ni sobre la cama de nadie y estoy muy orgullosa de tener amigos gays y lesbianas que han sabido saltar las barreras de los prejuicios y reclamar su propia identidad como personas.

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