viernes, 23 de marzo de 2012

ADIOS, MI ESPAÑA QUERIDA



Una vieja y solitaria maleta descansa cubierta de polvo en algún altillo o soportando los envites de la humedad en un lóbrego sótano. Tendrían que haberla tirado hace ya tiempo pero sus dueños se resisten a hacerlo. Son tantos los recuerdos que guarda en su seno, tantas las lágrimas que cayeron sobre ella en el viaje, tantos los suspiros de morriña que inhaló y que se han quedado impregnados en sus paredes…
La porteadora de sueños, esperanzas e ilusiones en un futuro mejor duerme en un paisaje diferente al que la vio nacer. Ha aprendido el idioma, se ha empapado de las costumbres del país en el que recaló allá por los años 60 y ha echado raíces en esa lejana tierra, tantas, que ya le es imposible volver y dejar a hijos y nietos atrás.
Muchos fueron los españoles que hace 50 años decidieron probar suerte en el extranjero y marcharse a trabajar a países como Alemania, Bélgica, Suiza e incluso cruzar el charco y abarcar hasta México o Estados Unidos. Todos ellos perseguían el sueño de la prosperidad, empujados por circunstancias difíciles, una economía precaria y el anhelo de la tierra prometida.
Aquellos desoladores años en los que muchas familias se resquebrajaron por la distancia y el olvido y los pañuelos blancos ondeaban en las estaciones de tren empapados en lágrimas de ausencia y dejando miles de pueblos huérfanos de juventud, esos desoladores años que creíamos olvidados nos son devueltos por la historia como un boomerang que pensábamos perdido y que regresa para colocarse en el mismo punto de partida.
Ahora son los jóvenes del siglo XXI los que emigran. Ya no llevan desvencijadas maletas aunque en sus macutos y mochilas llevan las mismas ilusiones que sus padres y abuelos. No van como los Pepes de la película de Alfredo Landa sino que llevan bajo el brazo titulaciones de Ingenieros, arquitectos, informáticos y expertos en Telecomunicaciones. No tendrán que expresarse por gestos hasta que aprendan el idioma porque es una asignatura que ya dominan y ocuparán cargos cualificados que nada tienen que ver con los de operarios en fábricas masificadas.
Alemania precisa entre 500.000 y 800.000 profesionales que hemos educado en España y que ahora se ven obligados a emigrar para poder tener un puesto de trabajo. Sus carreras, sus máster, sus doctorados, sus idiomas no les han servido de nada. En un país como el nuestro, donde la tasa de paro extiende su negro manto para ensombrecer la vida de 4.599.829 parados, no hay sitio para los jóvenes. Actualmente, España tiene el 26,87% de paro juvenil, un auténtico drama que ha llevado a muchos a plantearse lo que nunca antes habían pensado: dejar su casa, su familia, sus amigos y empezar una nueva vida, lejos.
No es baladí decir que el número de emigrantes crece día a día y que las últimas cifras hablan de un 25,6% de emigrantes censados en el extranjero. Y las administraciones, presionadas por la imparable sangría del paro, alientan este éxodo provocado por la recesión.
Ahora las cartas se han sustituido por e-mails y las redes sociales favorecen la comunicación diaria con los seres queridos. El Skipe atrapa la imagen en vivo de los rostros más queridos a través de videoconferencia y el Víber ayuda a estar en contacto telefónico permanente gracias al Smartphone vía internet.
Aún así, las lágrimas de despedida siguen siendo las mismas, los sentimientos encontrados, también. El anhelo de la terruña permanece omnipresente en los corazones y la avidez por oler, comer y sentir como en casa se convierte en un precio demasiado duro a pagar.
Nuestros jóvenes se vuelven a marchar y nosotros, con miradas impotentes y doloridas asistimos a la repetición de la historia con la esperanza de que los tiempos cambien, las cosas mejoren y nuestro país pueda darle su sitio a esta generación de jóvenes sobradamente preparados que han apostado por la formación y la especialización y que ahora ven como única salida el otro lado de nuestras fronteras.
Un país sin jóvenes es un país sin futuro y sin futuro no hay esperanza. Por eso hoy me siento Indignada e Impotente u también Irritada ante la pasividad de nuestros Gobiernos, que asisten Indolentes a la marcha masiva de nuestro mayor tesoro y nuestra mejor Inversión. Ver para creer.


2 comentarios:

  1. Me sumo a esa indignación, seguro que dentro de poco veré partir a alguna de mis hijas lejos de esta piel de toro en buscar de una oportunidad!!
    Buen artículo, un beso.

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  2. A mi me tocó vivir algo de esto, aunque no tuve que irme al extranjero...con todas mis ilusiones, con una vida por delante plagada de proyectos.. no niego que muchos se cumplieron, pero siempre te encuentras a gentuza que intenta hundirte y a veces lo consiguen...y lo peor yendo de buenas personas....un abrazo.

    Manuel

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