Ay el paro, pero del otro, saben mucho los más de cinco millones de personas que están sin empleo en nuestro país. Esos no podrán ni siquiera ir a la huelga porque ni esa oportunidad tienen. Pero de esos no se han acordado hoy, ni desde hace mucho tiempo, los sindicatos. Esos que se dicen defensores de los trabajadores, de los suyos, han movilizado a todos sus delegados para “informar”, como si todavía hoy los ciudadanos no fuéramos lo suficientemente capaces de obtener datos a través de la tv, prensa y radio, ni que decir de internet.
Pero bueno, pase lo de “informar”. Lo que no se puede consentir es que en pleno siglo XXI las libertades de este país sólo existan para unos pocos. Porque si el derecho a la huelga es un logro alcanzado gracias a la presión y el trabajo desarrollado por las organizaciones sindicales en una época muy difícil para España quiero recordar, por si alguno se ha olvidado o simplemente no se lo ha leído, que en la Constitución de 1978 se recoge específicamente el derecho al trabajo, véase el artículo 35.1.
El respeto es la base de cualquier sociedad civilizada. Y en esta huelga general convocada por UGT y CCOO no ha habido, en muchos casos, ni libertad ni respeto y eso, viniendo de unas organizaciones sindicales con tanta solera, con tanta historia, con tantos logros alcanzados en pro de los trabajadores es simplemente injustificable.
Los piquetes “informativos” han recorrido las calles de las principales ciudades “invitando” a aquellos que hoy han decidido trabajar a que secunden la huelga y en su caso, cierren sus establecimientos.. Ha sido el día a día de esta jornada de huelga, en la que los más no han acudido a su trabajo por miedo a represalias. ¿O es que los que han querido asistir a sus puestos de trabajo no son trabajadores? ¿O es que los autónomos que quieren abrir sus establecimientos tampoco son currantes? ¿No se merecen respeto?.
Calles vacías, comercios cerrados, silicona en las mochilas de los sindicalistas y piquetes controlando la situación y utilizando gritos en vez de argumentos, crispación en lugar de diálogo, insultos en vez de comprensión. Miedo en el ambiente.
Y ahora dirán que la huelga ha sido un éxito y que ha registrado un alto índice de participación, unas estadísticas que se basan en el temor, en el miedo, en el ánimo de no tener problemas con los de los sindicatos.
Queda claro que los sindicatos no son, ni de lejos, aquellos que fueron. Y lo digo porque si bien antes los dirigentes obreros de UGT y CCOO eran “currantes” de verdad ahora los que llevan el cotarro son otros, aquellos que en mítines y apariciones públicas aparecen con un look obrero pero que en el back stage tienen gustos de “señoritos”, con cruceros de lujo y restaurantes de postín, unas aficiones que seguro no se pueden permitir los cinco millones trescientos mil parados de este país ni tampoco los mileuristas que trabajamos.
Esa es la nueva clase político-sindical que tenemos en la actualidad en CCOO y UGT y esos, perdónenme, no me representan a mí, sencillamente porque no me siento representada por ellos.
Quizá habría ido hoy a la huelga si en su día hubieran denunciado las mentiras de los brotes verdes. Pero claro, entonces Gobierno y sindicatos estaban de luna de miel, subvención va, subvención viene y era de muy mal gusto morder la mano que te da de comer.
Ahora, que ya le hemos visto al lobo no sólo las orejas sino hasta los dientes y el rabo, vienen estos señores de los sindicatos y nos invitan- o nos recomiendan vivamente- ir a la huelga, no importa el sueldo del día sin cobrar, sobretodo porque ellos sí cobrarán esta jornada como horas sindicales. Ja.
Creo sinceramente que a estos señores se les ha visto el plumero, que deben variar su estrategia y adoptar otras medidas de protesta que no sean del siglo pasado, fundamentalmente porque en épocas de crisis lo que menos necesita un país es un parón traducido en miles de millones en pérdidas. Podrían haber ideado una huelga a la japonesa, digo yo, por aquello de ayudar entre todos a sacar España hacia delante.
Este país es de todos, porque así lo decidimos cuando votamos la Constitución y en este país no cabe el “o conmigo o contra mí”. Todos somos ciudadanos, todos somos trabajadores y todos tenemos derecho a elegir si ejercer nuestro derecho a la huelga o bien decantarnos por nuestro derecho al trabajo. Y todo ello, con el respeto hacia la otra parte, aunque claro, esto, en tiempos que corren, parece ser una utopía.
Un artículo lleno de verdad y actualidad. Hoy todos hemos debatido mucho, al menos los del bando civilizado. Sin embargo, la gran mayoría no es capaz de sacar conclusiones porque no somos capaces de ver más allá de nuestros propios ojos.
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