Hace algunos meses cayó en mis manos el libro de Felix Palma,
`El Mapa del Tiempo´. En él se vuelve a plantear el deseo del hombre por
conocer otras dimensiones y viajar en el tiempo. El propio H.G Wells se
convierte en protagonista de su propia historia, descubriendo que puede hacer
todo aquello que un día soñó y que consideró imposible.
Y entonces, una idea se asoma a mi mente. Y si yo también
pudiera desaparecer del escenario de mi vida y aparecer en otro tiempo, en otra
parte?. ¿Qué haría?, ¿Dónde iría?. ¿Sería yo misma, mi antepasado o mi
descendiente?. ¿Podría ir y venir a mi antojo, congelando el tiempo que no me
guste y dilatando los momentos inolvidables?.
¿A quién buscaría?. ¿Sería testigo de excepción o podría
tomar parte de esa vida paralela?. Todas esas preguntas y alguna más se han
lanzado ya, no soy nada original. Pero a veces pienso: ¿ Y si se pudiera, de
verdad?.
Siempre me ha apetecido conocer a Jesucristo, moverme en el
Ágora con los filósofos Platón y Aristóteles, recorrer los templos egipcios.
Viajar al pasado para conocer la historia. Pero, ¿ Y el futuro?. ¿Me gustaría
conocer el futuro?. Es una cuestión difícil de dirimir, sobre todo si tenemos
en cuenta la teoría del destino. Aquello que te ha de suceder, hagas lo que
hagas, decidas lo que decidas, creas lo que creas.
¿Podríamos dar marcha atrás a nuestra propia vida si
tuviéramos oportunidad de hacerlo?. Habrá quien firme, habrá quien no.
Dependerá de las circunstancias. Pero sería algo tentador poder ser el dedo
ejecutor de tus victorias y la goma de borrar de tus propios errores. Supondría
la posibilidad de poder rectificar. Deshacer lo ya realizado. Vivir otra nueva
vida llena de alegrías en las que los tropiezos solo fueran un Kit Kat.
¿Qué pasaría entonces con la responsabilidad?, dirán los más
críticos y racionales. Pues, sencillamente, a la mierda con la responsabilidad.
Porque aunque nos han inculcado la necesidad de llevarla perenne como una
segunda piel, la mayoría de las veces nos impide ser verdaderamente felices,
nos veta caminos prohibidos, nos tortura con la conciencia y nos hace ser, a
veces, demasiado cobardes para hacer aquello que deseamos.
Por eso, si bien esta señora de ojos grises vestida de negro
será una sombra en nuestra vida, hay veces en las que sería mejor dejarla
ciega, muda y sorda, para que deje de martillear en nuestros actos y
pensamientos como una vieja bruja que te dice en todo momento aquello que está
bien y lo que está mal.
Nos hemos vuelto tan responsables que hemos olvidado lo que
es la espontaneidad. Hemos dejado atrás los impulsos para atender a sus rectas
razones, nos hemos vestido de negro y hemos dejado de brillar.
Hay momentos en los que tu mente explota y tu cuerpo se
rebela. Y entonces hay un `crack´. Después de tantos años de formalidad
impuesta y auotoimpuesta, la campanita de la rebeldía se oye a lo lejos,
tímida, apagada al principio. Repicando si te acercas al abismo. Un precipicio,
un acantilado, un salto sin paracaídas.
Un paso al frente, romper las reglas y lanzarte sin más
pretensión que la de volar y sentir la libertad. Podrás estrellarte, pero habrá
merecido la pena saborear esos instantes de locura en los que nada importa
salvo tú y tus ansias de buscar otras vidas, otros momentos, otras historias
que contar.
Pero no hay valor, no hay fuerzas, no hay ganas de probar. El
miedo, la cobardía y el desconcierto ante lo desconocido pueden más y se alían
con la responsabilidad para hacer de nosotros seres estáticos y aletargados que
hibernan en sus respectivas cuevas a la espera de una primavera que, se supone,
ha de llegar.
Pasa un invierno. Y después otro. Y otro más. Nos hacemos
mayores. Nos atamos al trabajo, a la nómina y a la hipoteca. Nos refugiamos en
nuestros hijos. Y dejamos de soñar. Y olvidamos nuestros deseos de juventud.
Perdemos el punto de locura de la adolescencia y dejamos atrás todo aquello que
suponga desestabilizar nuestra responsable y acomodada existencia.
Quizá por eso casi todos reconocemos en los años adolescentes
la mejor etapa de nuestras vidas, irrecuperable, trascendental y enormemente
bella y divertida.
Mi madre dirá al leer esto que la vida es así. Que no puedo
ser Quijote. Que tengo que seguir cada etapa tal y como viene. Pero, ¿y si la
vida no tiene por ser así?...
Si pudieras viajar en el tiempo. ¿Qué harías?...
No hay comentarios:
Publicar un comentario