Este año no necesito que me toque la lotería. Y mira que la cosa anda mal de dinero. Pero aunque la cuenta bancaria aparezca en números rojos, no, no necesito que me toque la lotería. Porque soy inmensamente rica. Tengo el mayor tesoro que se pueda desear: tengo amistad. Y aunque parezca un tópico, en mi caso es la pura realidad.
No es una, ni dos, ni tres. Tengo
amigas para cubrir las dos manos, dos manos llenas de comprensión, de
achuchones, de silencios, también de risas. Dos manos con distintos nombres, con
distintos caracteres, con diversos trabajos, con múltiples circunstancias, pero
todas dispuestas a escuchar, compartir, ayudar, vivir conmigo. Vivir los momentos
buenos. Vivir los momentos malos. Reir a boca llena. Llorar hasta que no queden
lágrimas. Tender la mano y acabar con un abrazo. Nadar hasta mí y no dejar que
me hunda. Buscar una bolla férrea a la que agarrarnos, juntas.
Sin palabras, casi sin gestos,
saben exactamente cómo me siento. Debe ser que conocen mi mirada. Saben quién
soy y cómo soy. Un lenguaje de amor desinteresado que yo he aprendido a hablar
en su compañía.
No hacen falta cafés, no son
necesarias visitas diarias ni llamadas con horario. Están. Estamos. Qué bonito
verbo. Estar para los demás sin esperar nada a cambio. Solo a veces se requiere
la recompensa de una sonrisa. Esa que sale de lo más profundo de un corazón
agradecido, que late lenta y pausadamente, acompasado por el ritmo del resto de
sus corazones amigos, insuflando energía, aliento, pasión por la vida y por las
pequeñas cosas que la hacen tan bella.
No hace falta el dinero cuando se
tiene la esencia . No cabe el odio teniendo compañeros de viaje que se guían
por el corazón. No se entiende el rencor cuando la limpieza de sentimientos desinfecta
el alma. No se habla el idioma de la venganza cuando sencillamente no se conoce
la palabra.
En ellas sale el sol cada mañana.
En ellas me miro y me reflejo. En ellas me apoyo para seguir caminando por este
sendero de la vida, en el que aunque existan piedras y guijarros, también hay
amapolas, mariposas y arco iris. En ellas encuentro los colores y el cielo se
abre, las nubes se convierten en algodones mullidos y suaves que me acunan y
las estrellas brillan en noches de luna llena.
En ellas encuentro la paz y la
fuerza para seguir adelante. En ellas alcanzo el mañana, día a día.
En ellas se hace posible el milagro.
Ellas son el milagro. MI MILAGRO.
¿Entiendes ahora por qué no
necesito que me toque la lotería?
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