Anoche
soñé contigo…
Y
esta mañana, al despertar, no estabas.
La
cruel enfermedad no te ha permitido ser parte de esa estadística. Te arrancó de
los brazos de tu hija cuando más te necesitaba, te cercenó la ilusión de verla
vestida de blanco para su comunión.
Destino cruel que no te dejó el tiempo
necesario para alcanzar el sueño de toda madre y al que tú te agarraste con
tanta fuerza que creaste surcos en el hediondo rostro de la muerte.
Su
sombra inundó tus pulmones y llevó la negrura a tu cuerpo pero no logró adentrarse en tu alma. Carmen, Carmen, Carmen…
siempre sonriente, siempre positiva, siempre luchadora.
Tu
gorrito era el complemento perfecto para un rostro tan sereno y decidido como
el tuyo. Y no, Carmen, nunca estabas fea porque era en los peores momentos
cuando tu belleza más resplandecía.
En
tus ojos siempre hubo esa chispa de vida, en tu sonrisa constante, la dulzura
de tu ser. Y aunque tu cuerpo sufriera los desmanes de la enfermedad, tú
siempre echabas arrestos para continuar. Porque tenías que seguir luchando
hasta el final. Tenías motivos de sobra. Un marido que te adora, un hijo al que
sorprender con tus alocadas ideas y una preciosa pelirroja a la que llevar a la
iglesia el Día de su Primera Comunión.
Paso
a paso, etapa a etapa fuiste sorteando la enfermedad, haciéndole verónicas al
toro negro de la muerte… y pensabas, y pensábamos que podrías cortarle las dos
orejas y el rabo y salir a hombros de la difícil faena que te había tocado en
suerte. Y entonces podrías brindarnos a
todos tu triunfo, porque todos esperábamos con pañuelos blancos para ondear al
aire tu victoria frente a la muerte.
Pero
no siempre se gana, Carmen. Y cuando ya confiábamos en que podrías lograrlo, la
traicionera enfermedad te dio una nueva embestida. Esta vez la cornada fue
profunda y tú lo supiste.
Y
con una fuerza sobrenatural lo preparaste todo para tu partida, preparaste a
los tuyos para lo peor y te encargaste de dejar en nosotros tu risa como último
recuerdo. Porque eso sí, ni el dolor, ni el agotamiento, ni siquiera la
constancia de que te ibas, pudieron doblegar tu sonrisa, será porque quizás
sabías que un angelito te esperaba en el más allá.
Te
fuiste un sábado de Pasión, porque toda tú irradiabas esa fuerza apasionada por
la vida. Y como si fuera un designio,
una señal divina, te despedimos en Domingo de Resurrección. No había acabado.
Tú seguías con nosotros. Lo sabía, lo notaba.
Por
eso el día en el que nuestros hijos celebraron la ceremonia del Perdón en el
colegio, tú estabas allí. Por eso, el día de la Primera Comunión tú estabas
allí, contemplando la bella estampa, atusándole el pelo a tu niña y guiñándonos
un ojo a tus amigas. ¡ Lo habías conseguido!. De una forma u otra, habías
conseguido estar presente en este día tan especial en el que todas nosotras
fuimos también un poco madres de tu niña.
Será
por eso que en ese momento nuestras lágrimas al recordarte se mezclaban con
sonrisas que intuían lo que estaba pasando. No podías dejar de ser tú la
causante de esas sensaciones indescriptibles que todas sentimos y que nos han
unido aún más si cabe.
Esa
unión quedó plasmada en la postcomunión de nuestros hijos, donde volvimos a
sentirte intensamente a través de una lectura en la que nos enviaste un mensaje
de tranquilidad: Tú estabas allí, donde quiera que sea, como un precioso y
sonriente ángel que nos mira y nos cuida y que vela los sueños de tu niña.
Y te echamos de menos, ¡claro que te echamos de
menos!, en las meriendas, en los cumpleaños, en las comidas del cole… pero ya
no estamos tristes. Porque hemos entendido. Y sabemos que no te has ido del
todo.
Quédate
tranquila. Queda en paz. Nosotros cuidaremos de los que aquí dejaste con tanto
pesar y en cada ocasión festiva, brindaremos por tí, por tu saber estar, por tu
fuerza, por tu coraje y por tu valentía. Brindaremos por una persona
irrepetible que a pesar de sufrir tanto en la vida jamás perdió su sonrisa ,
que ha sido un modelo a seguir y que nos ha enseñado que el AMOR verdadero nunca muere.
¡Va
por ti Carmen!.
ANA
GAMERO.
Hola Ana. Gracias.Gracias............ y miles de millones de gracias. Soy Diego Fariñas, vecino de Carmen y creo que por lo vivido con ella y con ellos me considero y nos consideran de la familia. la echamos de menos, tela. Imagínate ellos tres..... Pero está presente de alguna forma, aún entre nosotros... Quería compartir un poema que escribí esa mañana de sábado santo y que muestra mi sentir en ese momento, y que salió tal cual, y sin corregirlo porque si no no transmitiría todo..... Un abrazo y nuevamente gracias
ResponderEliminarCon su eterna lucha por vivir
se marchó.
Con ganas de llegar a Mayo
se marchó.
Con gente que la necesitaba aquí
se marchó.
Pero había un ángel que la esperaba allí.
Se marchó.
Gracias a tí, Diego, por compartir tan bello poema, que en pocos versos dice todo. Dice tanto...
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