jueves, 13 de junio de 2013

LA MONEDA DE DOS CARAS


     

Una conocida marca de refrescos ha plantado cara a la marea social en contra de los políticos para plasmar en un anuncio televisivo la otra parte de la historia, esa que habla de personas entregadas, que tienen ideales, que creen que es posible un mundo mejor y  que arriman el hombro para conseguirlo.

Esos que conforman la cruz de esa moneda en la que muchas veces  solo sale la cara de casos de corrupción, de personajes sin escrúpulos que trepan buscando intereses económicos y personales, de aquellos que ocupan las portadas de los medios de comunicación y rellenan páginas y páginas de periódicos con polémicas, idas y venidas a los tribunales y que escandalizan a los hombres y mujeres de bien que cada día nos dejamos la piel para poder subsistir.

Se ha creado una corriente de opinión generalizada que sitúa a los políticos en el ranking de los peor valorados, muchas veces con toda la razón. Pero no debemos olvidar que el hombre en sí mismo es político, porque la política es intrínseca al ser humano como ser social y es la herramienta necesaria para la interrelación y socialización.

Hombre y política han convivido casi desde el inicio de los tiempos, en un intento de buscar fórmulas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y dar solución a sus problemas, si bien, fue en la antigua Grecia cuando la política tuvo su mayor transformación con el nacimiento de la democracia.

Filosofía y política se daban la mano entonces con Platón, quien elaboró el primer tratado sistemático de política y aseguraba que por su formación y elevadas cualidades, los sabios y filósofos están destinados a gobernar y escribía: “El gobernante deberá vivir en colectividades y atender los intereses de la mayoría o pueblo. No tendrá derecho a poseer propiedades, porque la confusión entre intereses públicos y particulares es la principal causa de la degeneración en el poder”. El mensaje no puede ser más actual.

Aristóteles defendería más tarde la propiedad privada y se mostraría convencido de que el hombre sólo puede realizarse en una comunidad política; por eso lo definió como un “animal político”.

Pero no fueron los únicos. Confucio difundía sus ideas acerca del buen gobierno. Entre los deberes de los hombres de gobierno menciona el amar al pueblo y buscar los medios para satisfacer sus necesidades. Junto a él , el filósofo chino, Lao Tse, aconsejaba a las autoridades la mínima intervención en la vida de los pueblos y la moderación en la aplicación de impuestos y reglamentaciones. Más tarde, en el Renacimiento, Maquiavelo escribió su tratado de doctrina política titulado, El Príncipe.

¿Por qué entonces desvirtuar algo tan bello como la política?. ¿Por qué hemos llegado a extremos en los que la política se ha convertido en lugar de en un fin en un burdo medio para muchos a través del cual hacerse rico o sumar influencias?.

Eso no es la política. Esos no son políticos sino farsantes, personajes trileros que roban, engañan y mienten en beneficio propio y que han hecho y están haciendo un enorme daño a la sociedad, que ha dejado de creer, ha dejado de confiar en sus políticos y les ha metido en el mismo saco que a los encantadores de serpientes .

Pero no todos los políticos son así. Aún hay esperanza para la política. Lo sé. Porque todavía hay gente que cree en ella como vehículo para ayudar a los demás. Porque aún hay hombres y mujeres dispuestos a sacrificar sus vidas y sus profesiones por un ideal, que no es otro que hacer de la política lo que siempre fue: un instrumento para servir al pueblo.

Por mi trabajo he conocido a muchos políticos. Y puedo decir que he visto a personajes que se disfrazaban como tal en busca de paga, poder  y posición. Gente sin escrúpulos para los que la ética y el talante democrático dejaba de existir si de ello dependía un sillón. Estúpidos que pensaban que podían engañar al pueblo montando circos y haciéndose pasar por quienes no eran.

Pero también conozco a personas que aman la política en toda su esencia. Hombres y mujeres honestos que ceden su tiempo, su esfera privada, su trabajo y su espacio familiar para servir a los demás. Hombres y mujeres que se levantan, como todos nosotros, a las 7 de la mañana y pasan el día de un lado a otro, con el teléfono que no para de sonar y repleto de mensajes y wasap.

Comen fuera de casa, se enfrentan a mil problemas con optimismo y regresan de noche al hogar cuando sus hijos ya duermen para seguir trabajando, revisando documentos, leyendo informes y respondiendo e-mails hasta altas horas de la madrugada. Esos hombres y mujeres que no tienen horario de entrada y salida, que no pueden organizar un fin de semana, que atienden a los ciudadanos en mitad de la calle, que buscan la manera de ayudarles a solucionar sus problemas sin más recompensa que el servicio a los cuidadanos.

Estos son para mí los héroes de la política, personas de carne y hueso, de la vida real, que ahora parecen ser invisibles para la masa que jalona y golpea a los políticos metiéndolos a todos en el mismo saco.

Y eso no es justo. No es justo para la política. No es justo para los ciudadanos. No es justo para esos valientes que en cada pueblo, en cada ciudad, actúan, reaccionan y se ponen a disposición de sus vecinos para mejorar sus vidas. No es justo para aquellos que sacrifican su Yo por el Vosotros.

Por eso creo que el anuncio de Aquarius nos da un toque de atención y nos invita a mirar hacia ese otro lado de la moneda en la que podremos ver a políticos de raza, con convicciones y principios, con honradez, capacidad de trabajo y sacrificio, que dedican su vida a trabajar por el bien común y que creen en la política como un fin. Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor. Están ahí. Y no son pocos.
                                                                                  

                                                                                                                               ANA GAMERO




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